El Proyecto Ocularis en Internet (III): salud y afectividad

Con la entrada de hoy acabo la serie de tres artículos donde repaso cómo han ido reaccionando los internautas ante este proyecto a lo largo de estos tres años. He aprovechado estos dos meses de verano para dar unas «vacaciones divulgativas» al blog, y aprovechando que en este periodo bajan las visitas, poner más artículos sobre el proyecto. No se trata de mirarme todo el rato el ombligo, así que con esta entrada finalizamos y ya empezamos en septiembre volvemos a hablar de ojos.
En el último artículo hablaba del concepto de objetividad y subjetividad, cómo la objetividad debe primar en un blog de orientación científica como el que pretendo hacer. También decía que a veces esta bitácora se valora como «demasiado objetiva», y me defendía con dos argumentos:

  • Una lectura atenta encuentra no pocos artículos y fragmentos que no están «directamente basados» en resultados científicos. Normalmente no son polémicos, y los expongo de forma racional, y pueden pasar desapercibidos. Pero no dejan de ser valoraciones y análisis propios.
  • Por otra parte, no me piden más artículos de opinión.

Bien, pues ahora vamos a hablar de lo contrario. Si la otra vez veían «todo objetividad» y nada de «opinión», hoy vamos a ver como creen encontrar «opinión» y una serie de valoraciones que yo no he dado. Y para ello voy a utilizar un ejemplo que mencioné también en el artículo anterior: se trata de esta entrada que Juan, su autor, dedica a este artículo mío. Para el que le interese el tema, le recomiendo leer ambos artículos y sacar sus propias conclusiones antes de seguir leyendo. Para el resto de lectores, haré un pequeño resumen:

  • En mi artículo, titulado relativizando las cosas, describo una experiencia mía en el trabajo. Atendí a una persona ingresada con una grave enfermedad, y al poco tiempo, ya en consulta, atendí a un paciente con moscas volantes. Describí también cómo el paciente reaccionó ante mis explicaciones. Hasta aquí la parte de relato «puro». A continuación escribí un análisis mío, más «subjetivo, valorativo o de opinión», si lo queremos ver así, a partir de la forma de reaccionar del paciente.
  • Juan, en su artículo, desarrolla unas explicaciones que definen mi artículo como «marcadamente moralizante», «una regañina velada acerca de lo que debe ser», «una lección de filosofía para la vida», y términos de ese estilo. De la experiencia que yo compartía en mi artículo, la define como «dramática historia con la intención de sacudir nuestra conciencia a costa de ridiculizar la insensatez de un paciente con moscas»

Para la entrada de hoy quiero utilizar este ejemplo: cómo un internauta (escojo Juan porque recoge sus valoraciones por escrito, pero seguro que representa el sentir de más gente) puede verse afectado por su propia afectividad cuando lee algo que está relacionado con su propia salud. Porque creo que eso es lo que pasa: al leer mi artículo, bastantes personas con moscas volantes se habrán sentido mal. En este caso, el autor del artículo-respuesta cree que estoy «sermoneando», que mezclo los conocimientos médicos con discursos moralizantes. Y no es el análisis real de mi texto lo que permite realizar esas valoraciones, sino la sensación que produce la lectura. Y es que no es lo mismo: podemos olvidarnos de la parte que aporta el lector a la lectura.
Me explicaré con el ejemplo.

En mi artículo, aunque no están separadas con títulos, hay dos partes bien diferenciadas. Primero está el hecho en sí, mi experiencia al tratar en muy poco tiempo una patología muy grave y otra bastante más leve. Esta parte la relato de forma puntillosamente objetiva, casi fría. No añado juicios de valor. No es una presentación dramática, ni el paciente con moscas es un personaje cómico. Las cosas pasaron tal como relaté. No añado juicios míos de valor, ni desprecio, ni explícita ni implícitamente el grado de sufrimiento o malestar que pudiera estar pasando el paciente. Me mantengo exageradamente objetivo.
Lo único que apunto, en la parte final del artículo, donde vuelvo a retomar en dos frases el relato, es que el paciente no se tropieza con la silla, en respuesta a una afirmación suya: que apenas podía ver con tanto estorbo. Estoy respondiendo a algo objetivable: ver o no ver. No me meto con la incomodidad que tiene el paciente con sus moscas, no critico cómo se angustia con su padecimiento. Lo que sí que puedo (y debo) es aclarar los trastornos objetivos que le produce su problema, qué grado de incapacidad visual tiene.

La siguiente parte de mi artículo es la subjetiva, la de opinión. La que es más fácilmente criticable, porque es en la que me implico, donde realizo la valoración. Y sin embargo, el tema no es el que habla Juan en su artículo de respuesta. No se trata de una «lección de la vida» en donde yo diga en qué enfermedades un paciente se puede quejar y en cuáles no. En absoluto. El razonamiento deriva de cómo el paciente reacciona negativamente contra el médico, cómo nos hace responsables de su padecimiento. En mi valoración subjetiva analizo someramente las causas de por qué antes el médico era nuestro compañero de padecimientos, y ahora es el responsable de ellos. Si en algo me quejo y critico a algunos pacientes, es en esa actitud hostil contra nosotros. Porque al margen de lo que uno pueda opinar, de que si un sujeto reacciona desmedida o adecuadamente ante un problema de salud, está en la libertad de cada uno. Pero donde choca esa libertad es cuando se enfrenta al médico, y vuelca en él su insatisfacción.

¿Y por qué Juan no contempla esa parte de mi artículo (y al igual que el, la mayoría de los que han dejado comentarios ahí), que es la más opinable y extensa?. Sería lo lógico: después del relato objetivo hago mi lectura: hablo de «relativizar las cosas», de cómo la sociedad va perdiendo capacidad para adaptarse a las situaciones adversas, etc. Lo lógico es criticar la segunda parte, la de mis conclusiones.

Pues no es así; una buena parte de los que han leído el artículo se quedan con la primera parte, con la narración llana de mi experiencia. Es simplemente un contraste grande entre dos enfermedades, con los componentes afectivos que les rodean. Hay gente que querrá entender que ahí estoy razonando: «siempre hay gente que está peor de salud». Yo no he dado ese argumento, ni explícitamente ni entre líneas. De hecho, no sería ese mi discurso si tuviera que valorar la respuesta subjetiva del paciente con moscas volantes. Ese razonamiento se lo dan ellos mismos cuando leen un hecho objetivo que me pasó a mí. Y me parece muy bien, que uno razone, se ofrezca argumentos y se refute a sí mismo. Por eso mi artículo comienza así: «Ayer viví una sitación que me invitó a la reflexión, y quería compartirlo con vosotros». Conté la situación de forma objetiva, y luego compartí una reflexión mía, centrada en la hostilidad de algunos pacientes con el médico. Muchos pacientes con moscas volantes hacen una reflexión totalmente distinta; parece que cuestionan su legitimidad a «quejarse» o «sufrir», poniendo al lado una persona con una enfermedad mucho más grave. Pero se lo cuestionan ellos al leer una experiencia mía, yo no se lo estoy cuestionando. De hecho, mis reflexiones van por otro sitio en el artículo.

Ya como conclusión. ¿Que alguien quiere conocer mi punto de vista en algún asunto?. Tiene los comentarios del blog, mi correo electrónico y la lista de artículos pendientes a su disposición. Pero no va a ningún sitio «leer entre líneas» argumentos que no doy. Soy muy directo, tanto en lo objetivo como en la opinión.

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5 Comments

  1. Sophie
    26 agosto, 2008

    Estoy totalmente de acuerdo contigo, tanto en éste como en los anteriores artículos sobre el tema. Yo también tengo a veces ese mismo problema, con el agravante de ser estudiante de Medicina, con lo que hay quien va a lo fácil, a meter el dedo ahí y decir que no tengo ni idea de lo que digo, hablo por hablar, y que en vez de escribir me debería dedicar a estudiar un poquito más xD Ya ves, por mucho que seamos claros, directos, concisos, que le demos mil vueltas a cualquier artículo, siempre habrá alguien queriendo leer entre líneas o interpretar lo que hayamos escrito. Admito que alguien esté en desacuerdo con lo que escribo y las críticas constructivas son bien recibidas, pero me pongo de mal humor cuando me llegan comentarios irrespetuosos o veo que no han leído literalmente lo escrito, sino que se han puesto a mirar entre líneas…

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  2. Ocularis
    26 agosto, 2008

    Entiendo que a veces te pongas de mal humor, de veras 🙂
    Hasta que me pasé a WordPress y tuve mejor control de los comentarios, había días que se hacía cuesta arriba repasar lo que la gente escribe.

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  3. Luigi
    27 agosto, 2008

    Hola, Ocularis y resto de “comunidad”. Sigo con interés estos días el intercambio de pareceres que hay entre Ocularis y Juan, afectado por moscas volantes. La verdad es que las diferencias que mantienen son muy sutiles y exigen de una lectura concienzuda de los artículos referidos. Como lector activo que soy de este blog hace ya un tiempo, y como afectado de un mal que tiene puntos en común con las moscas volantes quiero dar mi punto de vista. Me extenderé un poco, pido comprensión, no tengo yo un blog donde poder verter mis opiniones.

    Padezco de un acúfeno de intensidad variable en función del esfuerzo visual realizado hace ya casi cinco años, afortunadamente en fase de extinción, con ocasionales coletazos, que tuvo una fase inicial muy intensa al punto de casi no me dejaba oír las conversaciones de un tono normal y me impidió leer o estar ante el ordenador durante cerca de dos años. Las semejanzas que veo entre un acúfeno y las moscas volantes es que son padecimientos crónicos considerados menores porque no comprometen de forma grave un órgano o función vital, con los que los afectados nos vemos obligados a convivir, intentando hacer una vida normal, suponiendo que nos acostumbraremos, y sin que se nos dé remedio efectivo.

    La diferencia más importante, en mi opinión, es el hecho que las moscas volantes si no quieres verlas, no las ves, cierras los párpados o la luz, y dejas de estimular la retina; en un acúfeno, no hay manera de cerrar los oídos, si tienes un ruido en el interior de tu cabeza lo oirás siempre, y lo oirás más cuando te enfrentes a él en el silencio de la noche.

    Brevemente diré que la aparición de mi acúfeno coincidió -no causalmente- con un cuadro múltiple de contracturas y con diplopía. Después de múltiples visitas a muchos y diferentes especialistas médicos con resultados infructuosos (otorrinos, oculistas, reumatólogos), tuve que “independizarme” de la profesión médica para descubrir por mi mismo que era la hipercorrección óptica mantenida durante años (lentes convergentes y prismas) la que me había perjudicado, contracturándome globalmente. Me quité esa hipercorrección por mi cuenta y riesgo, en un proceso muy largo y laborioso; ahora, mi heteroforia es mucho menor que tiempo atrás, con informes optométricos que así lo (me) avalan, mi acúfeno ha disminuido notablemente y mis contracturas se han aliviado bastante.

    Dichos los antecedentes de necesaria explicación, voy al tema. Básicamente, estoy de acuerdo con lo que dice Ocularis en su artículo “relativizando las cosas” en cuanto a las consideraciones generales que explica, con las dos que hace, yo añadiría, además, que se ha perdido, sobre todo, capacidad de sufrimiento, que ahora todo se “patologiza”, en especial lo que hace referencia a la esfera psíquica; por ejemplo, lo que antes era un niño travieso ahora es un niño con trastornos de conducta, y por lo tanto, no responsable de sus actos, y así ad nauseam.

    Sobre el comportamiento que tuvo Ocularis con su paciente de moscas volantes, diré antes que nada, que yo prefiero tener con el médico una relación exclusivamente profesional, es decir, voy a verlo con mi problema, y espero una respuesta de él, la mejor que tenga, en función de ello hago o no hago, voy a otro médico o no voy; no le exijo nada ni protesto porque ya supongo que me está dando todo lo que sabe o puede, o que quizás no me la esté dando porque no sabe o no puede, pero reprochárselo a mí no me va a curar, así que le saludo y sigo buscando una solución. Dicho esto último, será fácil de entender que una reacción como la que tuvo esa paciente con Ocularis, yo no la podría tener, así que puedo comprender a Ocularis cuanto intenta relativizar las cosas, es decir, contextualizarlas.

    Contextualizar es vital, en todos los aspectos de la vida, te da una vara de medir con la que mesurar el alcance de las cosas, una referencia, una perspectiva. Si alguien contextualiza tu mal en un tono correcto, sin despreciarlo, se lo deberías agradecer. No obstante, y volviendo a mi acúfeno, sé lo duro que es ir al neurólogo, ir al otorrino, que te descarten un origen otológico a tu mal, que te descarten especialmente un origen neurológico, y te digan, enhorabuena, usted no tiene nada grave, te dan un medicamento para facilitar el riego sanguíneo por si las moscas, y a vivir si puedes tan sólo dormir. Sé por experiencia que en esos momentos sentir la compasión de un médico que te diga lo duro que es convivir con un acúfeno o lo duro que resulta no poder leer, si bien es cierto que no te baja los decibelios, al menos te alivia el alma, ya que te sientes incomprendido socialmente, eso no cuesta ni diez segundos. Pero repito, si no me dan esa compasión, no pasa nada, eso va con la persona, no con la profesión.

    Lo que sí que va con la profesión es dar una explicación de lo que te pasa o de lo que te prescriben, y eso en bastantes ocasiones veces no pasa, de hecho, muchas consultas que se hace en este blog, piden aclaraciones de actuaciones de los médicos que no han venido acompañadas con su correspondiente explicación o ésta ha sido escasa, aunque soy consciente de lo complejo que resultan a veces los conceptos médicos, o el poco tiempo que se dispone en la Seguridad Social. Por cierto, el tema de la complejidad de la terminología médica como barrera entre el paciente y el médico daría para un artículo, en este caso de opinión, así que lo propongo.

    Ya para acabar, no creo que los críticos con el sistema debamos centrar nuestras críticas en Ocularis. Como dice Juan en su blog, Ocularis ha bajado a la arena que supone Internet; a ver ¿cuántos blogs divulgativos de otras especialidades médicas y a buen nivel hay en la red? Creo que ninguno. Además, por lo que cuenta y no lo dudo, Ocularis parece tener una relación bastante humana y un trato de igual al igual con sus pacientes, por lo que no veo porqué tendría que ser el destinatario de mis objeciones con la profesión médica, -que las tengo, por ejemplo, el funcionamiento por compartimiento demasiados estancos, otro tema que propongo- por el simple hecho de ponerse a tiro. Saludos cordiales.

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  4. Juan D.
    30 agosto, 2008

    Mi serie de artículos define tu blog en base a dos aspectos contradictorios, en principio incongruentes. Así que creo necesario dar una explicación. Por una parte, recalco mucho la vertiente objetivista y científica, aspecto del que has deducido que te “encasillo”. Por otra parte, y particularmente en el tercero de mis artículos, dedico mucha atención a una dimensión bien distinta, la dimensión ajena a la divulgación, donde hallamos una presencia dispar de elementos que, por simplificar, llamaré genéricamente “subjetivos”.

    En primer lugar, pese a su carácter poliédrico, yo entiendo que la parte “objetivista” es la que pesa más en tu blog. En mi opinión, es ante todo un blog científico; es un “proyecto divulgativo sobre la visión”, ésa es su razón de ser. Por tanto, ese perfil “divulgativo de la visión” es el que yo he señalado como referente por oposición para construir el mío. Aclaro que, al decir “referente por oposición” no pretendo ser despectivo, sólo definir un territorio de operaciones acorde con mis posibilidades. Aquí llego a la principal conclusión de mis artículos, recogida así en el último de ellos: “una reflexión sobre nuestro cuerpo no se agota en el punto de vista médico; por tanto, me interesa hablar [en mi blog] de lo que no es medicina”. Lamento que este tipo de ideas, que eran el motivo central de mis artículos, hayan quedado en un segundo plano.

    En segundo lugar, toca hablar de las otras caras del poliedro. Para mí, estas caras tienen menor peso en el concepto de tu blog, si bien su presencia es amplia e interesante. Se trata de otras tramas, controversias, y notas de color (entre otros) que, como tu presente entrada, se me antojan una excrecencia natural de las intenciones originales del blog. Sobre esta parcela, tiene un impacto importante el mundo de las ideologías, de la opinión, de la valoración, de la subjetividad, no siempre por igual ni en la misma intensidad; pero sobre todo se definen comúnmente por salirse del discurso médico.

    En este punto, me gustaría insistir en algo que ya dije: no considero que tu blog deba ser pura objetividad. Sé también que en él se desarrollan otras tramas y temas que enriquecen los contenidos y personalizan a su autor. Todas estas parcelas no han sido señaladas en ningún momento por mí con un sentido peyorativo. Mi intención era simplemente llamar la atención sobre su existencia y, en concreto, balizar una de ellas, la llamada “Relativizando las cosas”. ¿Para qué? Me preguntaba si en estos territorios, donde el lector profano en medicina tanto puede aprender como enseñar, aceptarías una relación simétrica. Actualmente, me doy por contestado.

    Sobre “Relativizando las cosas”: he reflexionado sobre los motivos que me llevaron a darle tanta importancia a una reflexión con la cual, como habrás notado, estoy sustancialmente de acuerdo. En primer lugar, mi intención no era desacreditar el contenido en sí, sino catalogar y calificar el estilo del discurso. Aunque podemos acordar que no se trata de un discurso médico, el problema surge cuando voy más allá y lo defino como “moralizante”. Lo cierto es que no había contemplado la posibilidad de hacer una lectura aséptica, como meros “hechos”, de las dos circunstancias propuestas. Ambas historias me parecen atadas por un contraste elocuente y significante, que me dificulta entenderlas de forma aislada, como dos retazos casuales de la realidad. Además, hasta el final del texto, todo parece concretarse en función del título del artículo, un título que, en la vaguedad de sus términos (¿quién relativiza y qué cosas?), mantiene como idea central el acto de “relativizar”, cuyos beneficios me suenan a algo más que a una mera constatación.

    Pero hay un hecho claro: estoy interpretando. Si tú dices que no hay moraleja (por decirlo así), yo no puedo contradecirte. Sería una desfachatez por mi parte, pues tú mejor que nadie conoces tus intenciones. También espero que comprendas que, en la medida en que todo mensaje es siempre reconstruido en la mente del receptor a partir de sus intereses, experiencias y conocimientos previos, podemos encontrar que se nos suscitan determinadas lecturas no pretendidas por el emisor. Para aclarar las ideas, es fantástico poder hablarlas con cordialidad.

    Está claro que dejé de lado un asunto importante, que es el relativo al de la tendencia a culpabilizar al médico. Lo cierto es que hoy proliferan diversas formas de agresión hacia los médicos, entre las que se cuentan las físicas, cosa difícil de concebir en otra época. He pensado que “Relativizando las cosas” justifica en parte su razón de ser en un acto defensivo, y no ofensivo, como a veces se ha entendido, visto que se refiere a “cuando [el paciente] se enfrenta al médico, y vuelca en él su insatisfacción”, es decir, cuando el paciente rebasa su espacio de libertad para conculcar a otro.

    En fin, quiero decirte que en lo principal acepto y comprendo tus objeciones. Además, este cruce de opiniones me ha parecido positivo, y creo que la comunicación en general ha funcionado. Cuando comencé a escribir mis artículos, te avisé de que lo estaba haciendo, porque me parecía una muestra de respeto. Sin embargo, no creí que fueses a darle mayor importancia, ni que te fuesen a interesar las siguientes entregas. Que hayas analizado de forma concienzuda lo dicho, que no te haya rebotado olímpicamente, y que hayas querido dar una respuesta (aunque no tanto a mí como respecto a mí, en la medida en que te parezco ilustrativo de una tendencia), me ha resultado gratificante.

    Un saludo cordial.
    Juan.

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  5. Ocularis
    31 agosto, 2008

    Luigi: Gracias por el comentario que has escrito. Me han resultado muy interesantes las ideas que contienen. Al hilo de lo que escribes, quería destacar que yo no defiendo todas las actuaciones de los médicos. Ni mucho menos, todos los médicos obran correctamente cuando explican la enfermedad de uno. Claro que los hay que no tienen delicadeza, y que cuando el problema es «médicamente poco grave» no empatizan con la angustia o sufrimiento que puede tener el paciente. Y que intentan tranquilizar y contextualizar con muy poco tacto.

    Juan: Me alegro de que participes con tu comentario. Poco más puedo añadir. En cuanto al artículo de «Relativizando las cosas», sí puedo haber expuesto los hechos «como para que» uno saque conclusiones. Pero lo que me interesaba era que la gente pensara por sí misma, digamos que es un artículo incompleto en el sentido de que no exprimo todo lo que da de sí la experiencia que narro. Hago una lectura particular mía, pero hay más. Pero prefiero que finalice el lector, que aporte su comentario si quiere. Sí que hay moraleja, varias moralejas. Sólo analizo explícitamente una de ellas, quizás la menos polémica. ¿La polémica principal, la de cómo y qué contextualizar?. Solo doy el título y la experiencia en narración «fría»; no quiero afirmar implícitamente nada. A discreción del lector.

    A mí también me parece fructíferos estos intercambios de opinión. Se puede conversar aunque tengamos diferentes puntos de vista. Si queda claro que se critican puntos de vista concretos y que se respeta a la persona, ¿por qué no?.

    Saludos.

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