El tambor optocinético

Este artículo me lo propuso un colega neuropediatra del hospital,  hace ya un tiempo. Aunque va con con retraso, espero que le guste. Y por supuesto, a todos mis queridos lectores.

Supongamos que estamos en un tren, en un autobús o en un coche (pero no conduciendo). Miramos por la ventanilla, viendo cómo se mueve el paisaje por delante de nuestros ojos. Dejamos la mirada perdida, pensando en nuestras cosas. ¿Nos podemos imaginar la escena, el paisaje desfilando por delante de nuestros ojos pasivos, mientras nosotros estamos abstraídos?. Pues probablemente estemos imaginando mal. Por muy ensimismados que estemos, nuestros ojos no van a permitir que las imágenes desplacen pasivamente. No funcionamos así, deberíamos estar inconscientes para que eso ocurriera. O totalmente paralizados.

El ojo: una cámara muy extraña

Imaginemos una cámara de vídeo, que tiene una resolución igual en toda la imagen que recoge, y que puede capturar, estando ella fija o estática, una imagen con diversos objetos en movimiento. Nuestros ojos funcionan de forma muy diferente. Tienen una zona central del campo visual con máxima resolución. Para poder ver bien la silueta, los detalles y los colores de un estímulo visual, y verlo con gran nitidez, éste debe encontrarse en dicha zona central. El objeto (o animal, persona, etc) proyectado en esta pequeña zona central nunca estará en movimiento en el espacio de tiempo que, de forma informal, vamos a denominar «tiempo de captura». En este intervalo temporal, que puede ser tan corto como unas pocas centésimas de segundo, es como si hiciéramos una foto fija del objeto que hemos «capturado» en el centro de nuestro campo visual. Durante los instantes de captura, puede ser que otros objetos que no están en el centro del campo visual se muevan. No pasa nada, porque su movimiento no va a afectar sensiblemente nuestra capacidad de diferenciarlos. Precisamente como están en la periferia de nuestro campo de visión, no vemos sus detalles, así que no importa que estén «movidos» mientras capturamos la imagen del centro. Una vez hemos acabado con la captura, y ya tenemos vistos los detalles de nuestro centro de la visión, podemos saltar a otra zona de nuestro campo visual que nos llame la atención y queremos ver con nitidez. Los ojos hacen un «salto» (movimiento sacádico), y volvemos a comenzar con la captura de imagen. 

El centro del campo visual corresponde y se proyecta en el centro de la retina. En la mácula, concretamente en el centro de la mácula, que es la fóvea. Cuando «capturamos» un objeto con los ojos, realizamos un movimiento sacádico con el que giramos los ojos, de manera que el objeto de interés cae en el centro del campo visual. Por lo tanto, se proyecta en la fóvea. Decimos que «fovealizamos» el objeto. Así que el movimiento sacádico tiene el objetivo de fovealizar, capturar lo que queremos ver. Hemos dicho que para fovealizar un objeto y «verlo bien», debemos mantener ese objeto fijo, proyectado sobre la fóvea, unos instantes. ¿Eso significa que sólo podemos foveolizar objetos que no están en movimiento? ¿Sólo podemos ver en detalle aquello que no se mueve?. No. Un objeto que se mueve con respecto a nosotros va a desplazarse cambiando su posición, siempre desde nuestro punto de vista. Para verlo, primero lo capturamos/foveolizamos con un movimiento sacádico, y justo después, comienza un movimiento lento de nuestros ojos, que giran en la misma dirección y a la misma velocidad que el objeto, de tal forma que aunque éste se desplaza delante nuestro, en todo momento se mantiene proyectado sobre la fóvea. Así nos da tiempo a verlo en detalle. Es decir, con respecto a nuestros ojos, ese objeto está fijo. 

¿Y cómo pueden los ojos desplazarse exactamente a la misma velocidad y en la misma dirección que el objeto? Previamente a foveolizarlo, como hemos visto al objeto moverse en nuestro campo visual periférico, nuestro cerebro ha calculado la trayectoria y velocidad, y ha elaborado el movimiento lento de los ojos necesario para acompañar su movimiento. Si ese objeto cambia su trayectoria o velocidad durante el tiempo de captura, nuestro fantástico sistema nervioso hará los ajustes pertinentes en tiempo real.

Parece magia, ¿verdad?. Pero hay más todavía. En esos instantes que nuestros ojos están siguiendo el objeto, desde nuestro punto de vista visual subjetivo, el objeto está fijo en nuestro campo visual. Entonces, ¿lo percibiremos como un objeto inmóvil, digamos que flotando en el aire?. No. El propio sistema involuntario que está realizando el movimiento ocular informa a la parte de nuestro cerebro que gestiona la imagen. Le indica que el objeto se mueve a la velocidad y en la trayectoria en la que giran nuestros ojos. Y por tanto ese objeto que lo percibimos estático desde nuestro marco de referencia estrictamente visual, en realidad se está moviendo en el espacio real.

¿No es impresionante?. Es difícil imaginar la potencia de cálculo que es necesaria para hacer todo esto que acabo de explicar muy resumido. Cuando aprendes, aunque sea superficialmente, cómo funciona la visión, entiendes perfectamente que una gran parte de nuestro cerebro se dedica a procesar el movimiento ocular y la imagen. Nuestra inteligencia, sentimientos, memoria, conciencia, o cualquier otra información sensorial ocupa menos volumen de nuestro cerebro. En cierto sentido, la máquina más compleja y maravillosa que conocemos, nuestro cerebro, su ocupación básica es permitirnos ver, y luego va todo lo demás.

El movimiento periódico

Volvamos al ejemplo del principio, cuando una persona está mirando por la ventanilla. Puede ser que estemos mirando a un punto en la lejanía, como al horizonte. En este caso, ese objeto, el horizonte lejano, casi no se mueve (realmente estamos realizando un movimiento de seguimiento muy lento, pero es casi imperceptible). En este caso los objetos que pasan rápidamente en primer plano no los estamos «viendo bien», los ignoramos mientras pasan por nuestro campo visual periférico. 

Pero vamos a suponer que no podemos fijar los ojos en la lejanía. En ese caso, aunque tengamos «la mirada perdida», aunque no estemos prestando atención en lo que hay al otro lado del cristal, no podemos evitar que nuestro sistema visual funcione como debe. Es automático, involuntario. ¿Y cómo funciona?. No podemos dejar que los objetos pasen rápidamente por nuestra fóvea. Eso nos produciría una sensación de mareo e inestabilidad muy desagradable. Si eso ocurre unas pocas milésimas de segundo, nuestro cerebro «borra la imagen». Nos quedamos ciegos durante unos instantes. Eso sucede cuando hacemos un movimiento sacádico. Se trata de un salto rápido que dura muy poco, y en lo que dura, como veríamos la imagen borrosa, simplemente queda anulada. Pero ese truco de «apagar nuestros ojos» solo sirve, como decíamos, pocas milésimas de segundo. ¿Qué pasa con esos árboles o esos postes que se mueven rápidamente de un lado al otro cuando miramos por la ventanilla cuando viajamos?. Si no podemos mirar a lo lejos, no tenemos más remedio que foveolizar esos objetos que se mueven.

Y eso hacemos, y lo hacemos como siempre. Con un movimiento sacádico, muy rápido, capturamos ese árbol que nos viene (digamos) por la izquierda. Lo capturamos, queda foveolizado, fijo el centro del campo visual. Como nos estamos moviendo, el árbol se irá desplazando delante nuestro de la izquierda a la derecha. Y nuestros ojos girarán acompasadamente a la misma velocidad para que el árbol esté en nuestro centro visual. Hará un movimiento lento de izquierda a derecha. Digo movimiento lento porque nunca va a ser como el salto casi instantáneo de un sacádico, pero irá a la velocidad que tenga el tren, el autobús o el coche en el que estemos. Por lo que no tiene que ser realmente «lento».

Una vez el árbol esté ya en la parte derecha e la imagen, no vamos a poder seguirlo más. Entonces hacemos un movimiento sacádico, rápido, de derecha a izquierda. Capturamos el siguiente objeto que se mueve. Que se desplazará igualmente y a la misma velocidad de izquierda a derecha. Nuestro movimiento lento de seguimiento será igual. Y todo vuelve a empezar.

Si ahora no nos fijamos en el paisaje al otro lado de la ventanilla, sino en otra persona que está mirando lo que hay afuera, veremos que sus ojos hacen una cosa muy curiosa. Un movimiento cíclico, periódico, extraño. Movimiento de izquierda a derecha, luego salto súbito de derecha izquierda, y vuelta a empezar. Los dos ojos perfectamente paralelos y acompasados, en un ciclo constante, que puede ser (si vamos en el transporte lo suficientemente rápido) de varias veces por segundo. Extraño, hasta mareante; parece que a esa persona le está pasando algo en los ojos. 

Nistagmus

Sí, ese movimiento se llama así: nistagmus. También se puede llamar nistagmo. Se trata de un movimiento cíclico, periódico, que puede tener una fase rápida y otra lenta. Muchos nistagmus son patológicos, se corresponden a una situación anómala. Pero el que hemos explicado es el nistagmus optocinético, y es normal, lo presentan todas las personas con un sistema visual correcto. Este nistagmus optocinético apenas depende de la atención: es automático. Y aparecerá siempre que haya un estímulo visual como el que hemos descrito: des desplazan cíclicamento objetos discernibles de un lado a otro delante nuestro, a una velocidad aproximadamente constante. 

La poca necesidad de atención y colaboración activa es una característica muy interesante para la medicina. Y otra cualidad clave: este movimiento cuasireflejo aparece muy pronto en nuestro desarrollo. Por lo que bebés de muy pocos meses de edad son capaces de presentarlo. ¿Por qué nos puede interesar esto?. En el caso de niños muy pequeños, en general por debajo de los dos años, tenemos auténticas dificultades para estimar si ven bien o mal. Para que el bebé puede presentar un nistagmus optocinético frente a estos objetos móviles, tiene que ser capaz de verlos. Por lo que explorar este nistagmus nos permite estimar hasta cierto punto la capacidad visual del niño. 

El tambor

¿Nos llevamos al bebé a un tren? ¿Ponemos a disposición del servicio de oftalmología del hospital un coche, para que el oftalmólogo pediátrico explore al niño desde el asiento de atrás? Poco práctico, ¿no?. Además de que son estímulos visuales muy lejanos para un niño pequeño. 

No, en lugar de eso se ha inventado el tambor optocinético.

Se trata de esto, una especie de tambor con un eje que se sujeta con la mano mientras el cuerpo tiene unas bandas negras sobre fondo blanco. Se hace rotar el tambor, que gira libremente sobre el eje. Se coloca delante del niño, cerca de él, y se le exploran los ojos. Si el niño ve, y no tiene los ojos cerrados o está mirando a otro lado, inevitablemente aparecerá el nistagmus optocinético. Si es incapaz de discriminar las bandas negras sobre el fondo blanco, no aparecerá nistagmus.

¿A que es un sistema original para explorar la visión de un niño?

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