Tanto los médicos como otros profesionales sanitarios mantienen (todavía, y hasta cierto punto) cierto respeto o posición de autoridad cuando opinan sobre temas de salud. Esto tiene su lado bueno y su lado malo. Por una parte, el argumento de autoridad es contrario al método científico, en teoría no deberíamos hacer caso a tal o cual profesional solo porque lo dice él o ella. Pero, por otra parte, el diálogo social en torno a temas de salud es muy diferente al de la investigación científica. Seguir el método científico y hacer una investigación propia en cada tema de salud es simplemente inviable.
Información en la red
El público general no es experto en áreas concretas, ni va a invertir mucho tiempo en formarse en diversos temas para forjarse una opinión. Lo que hace la gente es depositar su confianza en lo que vamos a denominar “líderes de opinión” y simplemente confiar en ellos. Así que en general se usa el argumento de autoridad como atajo; uno elije la figura de la que se fía y sigue sus consejos. ¿Cuáles son esos líderes de opinión en el ámbito de la salud? Hay muchos candidatos. Influencers, famosillos, tertulianos y “opinionólogos” varios que hacen recomendaciones sobre salud y tratamientos sin conocimientos, pero que tienen labia, carisma y han encontrado el truco para ofrecer un tipo de discurso que mueve masas. Peor es el caso de pseudoterapeutas que hacen negocio engañando a la gente.
Personas con mucha motivación en influenciarnos, en guiarnos a hacer algo, consumir un producto o un servicio, o lo que sea, hay a patadas. Por lo tanto, si no hay alguien con conocimientos reales de lo que habla (un profesional sanitario, si se trata de temas de salud), pues será alguien con menos conocimientos (y quizás menos escrúpulos) el que dará consejos de salud a la población.
En la era de la información, es la información falsa la que se difunde más y mejor. La información auténtica es más difícil de conseguir, requiere formación y experiencia para entenderla y divulgarla. En consecuencia, es más escasa. Además, muchas veces no da lo que la gente quiere. Lo que se hace viral es el contenido polémico, o bien el que cumple con tus deseos o expectativas.
Si esto ya pasaba hace 10-20 años en el comienzo de internet, en los foros, portales y blogs, ¿qué ocurre ahora con las redes sociales, los streamers, youtubers y podcasters? Pues que los obstáculos para difundir contenido de calidad son mayores. Los mensajes tienen que ser más directos, impactantes, cortos. Y también de usar y tirar; debemos estar continuamente mandando tuits, historias reels, directos, episodios de podcast, etc.
El sanitario como creador de contenido
En la situación actual de internet, cuando un profesional sanitario comparte contenido, puede cumplir alguno de estos tres roles:
- Pueden ser usuarios normales y corrientes de las redes sociales: hacer streaming de videojuegos, podcast de cocina o tener un canal de viajes en YouTube. O sea, que su profesión no guarda relación con el tipo de contenido que ofrece.
- Puede utilizar internet para promocionar su negocio. Dar a conocer su negocio de fisioterapia, mantener una comunidad alrededor de tu consulta de nutrición.
- Por último, puede utilizar su experiencia y conocimientos para dar información (fiable y veraz, o no) sobre temas de salud.
Vamos a olvidarnos de la primera opción, en la que el profesional sanitario no está comunicando como tal, y sus conocimientos en salud son irrelevantes. La segunda opción, promocionar tu negocio (y de forma más amplia, tu “marca personal”), es lícita, pero existen ciertas limitaciones y aspectos a tener en cuenta. En salud existe la confidencialidad y el secreto profesional. La información que recibes del paciente durante el ejercicio de tu labor es sensible y se debe manejar con precaución. No debería usarse, por ejemplo, información concreta que podría identificar a un paciente para promocionar tu negocio o crear tu marca personal. Por desgracia, hay ejemplos de esta mala praxis.
El divulgador
La tercera opción, ofrecer al público general información útil sobre salud, ayudar a la comunidad gracias a tu experiencia y conocimientos, es lo que podríamos llamar divulgación. Lógicamente, es la parte que puede tener más interés para el público general. En el ámbito de la salud, a las personas nos van surgiendo dudas diversas sobre productos, pero también sobre conductas, estilos de vida y otras decisiones que debemos afrontar. Queremos saber si eso es bueno o malo para nuestra salud. Hay mucha demanda de información, pero entender lo suficiente para tomar decisiones informadas es difícil. Además, muchos negocios giran en torno a la salud, así que hay información sesgada y parcial que tiene la finalidad que consumamos ciertos productos o servicios, que no siempre van a ser lo mejor para nosotros. Y eso ya sin meternos en pseudoterapias, pseudomedicinas, y estafas varias.
Así que los profesionales de la salud que quieran honestamente divulgar pueden ser de gran ayuda a la población general. Así lo creo firmemente, y este blog y el podcast, ambos muy longevos en esta internet de proyectos efímeros, son la consecuencia.
Las tentaciones
El problema es que, cuando hay una demanda grande de algo (necesidad de información fiable en salud), es también una oportunidad de negocio. Por lo tanto, no toda la divulgación de todo profesional de salud es honesta. Los riesgos son:
- Queremos vender un producto o servicio: entonces no damos información objetiva de salud. Vamos a disfrazar de información objetiva lo que serían datos sesgados para orientar a nuestro espectador/lector/oyente a que consuma nuestro producto.
- Queremos crear una marca personal: para ello debemos dar la imagen de expertos, hacer ver que sabemos más de lo que sabemos en realidad. Aparentar que nuestras competencias son más amplias o profundas de lo que son. Ser muy taxativo y tajante en nuestras conclusiones. Opinar rápido y con frecuencia ante noticias, o responder a otras publicaciones. Que la gente nos vea constantemente aclarando cuestiones, opinando.
Por lo tanto, siempre que leamos, oigamos o leamos a un profesional sanitario, nos tenemos que hacer preguntas del tipo: ¿nos está vendiendo un producto? ¿Se está posicionando como experto sobre algo?
Recomendaciones
En base a los conflictos de intereses y los riesgos que hay de convertirse en mal divulgador, de forma inicial podríamos hacer las siguientes tres recomendaciones a cualquier profesional sanitario que quiera hablar de temas en salud. Al final del artículo volveremos a incidir sobre el tema, y ofreceremos recomendaciones tanto al comunicador como al consumidor de esta información.
- No hablar de casos particulares, de pacientes concretos. No poner fotografías u otro tipo de información sensible. Puede que esa anécdota sea útil para ilustrar lo que quieres decir. Pero es información confidencial, y traicionas la confianza del paciente. Lo mismo ocurre si muestras fotografías de pacientes antes y después de un tratamiento. Quizás quieras demostrar en Linkedin lo buen cirujano que eres, pero esa información clínica que obtienes del paciente no tiene esa función. Incluso aunque consigas su permiso. Aunque creas que te posicionas bien, muchos potenciales pacientes no van a querer verse expuestos en publicaciones tuyas. Los pacientes no son trofeos para exhibir. Lo que te cuentan en confidencialidad no es para que lo vayas contando.
- Ser prudente, documentarse bien, reflexionar antes de dar una opinión. Las redes sociales y la producción de contenido en el momento actual nos impulsan a hacer lo contrario: sacar contenido pronto, sin meditar. Contenido rápido, impactante, corto. El ser profesional te da más herramientas para comprender el problema, pero no te da la verdad absoluta. Puedes equivocarte. El objetivo no es ni tu negocio ni tu marca personal, es informar al público, no confundirlo.
- Ser consciente de las propias limitaciones. Nadie tiene un conocimiento completo, todos trabajamos con modelos que serán más o menos simplificados o fidedignos dependiendo de nuestra profesión, subespecialización, etc. Por poner un ejemplo, un optometrista es un profesional de la visión, pero su formación se enfoca en el funcionamiento óptico del ojo, pero no en el ojo como órgano y sus enfermedades. Con el oftalmólogo pasa lo mismo: dentro de la oftalmología hay subespecialidades, y un oftalmólogo general no sabe lo mismo que un especialista en córnea cuando hablamos de esta parte concreta del globo ocular.
Ejemplo: el colirio para la vista cansada
Voy a ilustrar estos conflictos de intereses y estos problemas que conducen a una información inadecuada en el ámbito de la salud. Y vamos a aprovechar que tenemos reciente lo que hablamos en el último artículo sobre la vista cansada y un colirio que pretende corregirla.
Ha llegado hasta mí una publicación en Linkedin en la que un optometrista tomaba una postura sobre la comercialización de la aceclidina, el colirio para la vista cansada que precisamente analicé en mi último post. Cito aquí los argumentos de la publicación, y a lo largo del post de hoy vamos a analizarlos punto a punto cada uno.
- Solo es realmente efectivo en personas con pupilas grandes. Si tu pupila ya es pequeña de forma natural, el efecto será mínimo o nulo.
- De noche o al conducir, la pupila no podrá dilatarse para dejar pasar la luz. Resultado: visión nocturna muy reducida, con posibles riesgos para la seguridad.
- Contracción constante del músculo ciliar: el ojo está “enfocando” de forma forzada durante horas, lo que puede provocar dolor de cabeza, fatiga ocular y mareos.
- En interiores poco iluminados, la imagen se oscurece y el contraste baja
- No es una cura: el problema de la presbicia sigue progresando.
- La agudeza visual que se consigue no es tan buena ni tan estable con la que proporcionan lentes de contacto multifocales o métodos ópticos más avanzados.
- Por último, no olvidemos que es un fármaco y, como tal, tiene sus limitaciones, contraindicaciones y posibles efectos secundarios.
El modelo simplificado de la pupila
Varios de los puntos de este argumento se refieren a cómo funciona en fármaco con la pupila, y cómo funciona el ojo en función con el tamaño de la pupila. Estas afirmaciones son coherentes con un modelo simple de cómo funciona la pupila. El ojo controla la entrada de luz en el ojo haciendo la pupila grande o pequeña. Poca luz hace que la pupila se haga grande, y entra toda la luz que se pueda para aprovechar bien toda la iluminación. Mucha luz, la pupila se hace pequeña para que no se deslumbre la retina. Sencillo de entender. Es un modelo que explica buena parte de las circunstancias más comunes. Más o menos se explica así en clases de ciencias en educación secundaria, y la población general puede tener una idea de para qué sirven estas estructuras del ojo.
También se usa un modelo simplificado del funcionamiento del iris y la pupila en la carrera de la optometría, que no difiere mucho del que acabo de exponer. La función del iris se amplia en el plano óptico, porque el diámetro pupilar cumple un papel, modificando la profundidad de campo como explicamos en el artículo anterior, en el enfoque de las imágenes y en los defectos de graduación. Por ello los optometristas reciben formación sobre cómo funciona la pupila. Sin embargo, no realizan el estudio exhaustivo anatómico, fisiológico y farmacológico del iris como músculo, o las adaptaciones retinianas a la iluminación y otros factores neurosensoriales, simplemente porque no es el ámbito de su carrera ni entra en sus competencias. Por supuesto, los conocimientos del sistema visual del optometrista le permiten profundizar en estos campos si fuera el caso. Pero no vienen “de serie” con esa formación.
Los oftalmólogos deben adquirir un conocimiento más completo del ojo y del sistema visual. Las características fisiológicas y farmacológicas de los músculos del iris, en concreto el concepto de “contracción suprafisiológica” que expliqué en el artículo anterior, deben ser conocidas. El conocimiento práctico, el que se adquiere al atender a pacientes con pupilas ya muy pequeñas de forma natural, y que se hacen aún más pequeñas con una gota miótica (cerramos más el iris de forma artificial), confirma y refuerza los conceptos estudiados.
Y lo mismo pasa con la adaptación del ojo a la oscuridad: el oftalmólogo general debe tener conocimiento de que la pupila solo es un mecanismo de adaptación a los diferentes tipos de iluminación, pero hay más. De nuevo, el conocimiento clínico afianza lo aprendido: pacientes con trastornos de la pupila, que no tienen los problemas que podría prever un modelo simplificado de la dinámica pupilar. Puede que este hipotético oftalmólogo no haya leído o elaborado los argumentos que expliqué en el artículo previo. Por ejemplo, lo que explicaba con las condiciones de baja iluminación (escotópicas) en actividad “modernas” y la “reserva funcional” que nos ha provisto la evolución. De esta manera, la sensibilidad de la los fotorreceptores de retina y otros mecanismos neurológicos se adaptan a la oscuridad de una manera que no nos hacemos a la idea. Y una pupila pequeña deja pasar suficiente luz para las condiciones escotópicas actuales. Ya digo, aunque este oftalmólogo no tenga estos conocimientos teóricos, sí tiene a pacientes con pupilas que no se dilatan y que con poca luz se manejan bien.
Como vemos, el oftalmólogo viene mejor preparado “de serie” para entender que la pupila tiene un comportamiento más complejo, y la experiencia clínica también ayuda a darse cuenta que no se cumple el modelo simplificado de la pupila. Pupilas pequeñas se manejan bien a oscuras; a veces aunque no entienda bien por qué.
Pero ser oftalmólogo tampoco es garantía de entenderlo bien; un oftalmólogo general puede hacer una evaluación incorrecta de diversas situaciones en torno a la pupila. Para ello está la subespecialidad de la neuro-oftalmología. Dentro de ella está la parte de los trastornos pupilares, que exigen ciertos conocimientos teóricos y prácticos para entender lo que ocurre en la realidad.
Como vemos, el tema de la dinámica pupilar y cómo nos adaptamos a las diferentes cantidades de luz tiene más complejidad que aquello que nos explicaron en el instituto. De hecho, intentar explicar esta complejidad, ir más allá del modelo tan simple de la pupila que prima en educación secundaria y en muchas carreras sanitarias, es lo que me ha ocupado una gran parte del capítulo anterior.
Pupilas pequeñas, pupilas grandes
Con el resumen que acabamos de hacer de algunas partes del artículo anterior, ya estamos en disposición de evaluar la veracidad de algunos puntos del texto a analizar.
- Solo es realmente efectivo en personas con pupilas grandes. Si tu pupila ya es pequeña de forma natural, el efecto será mínimo o nulo.
¿Quiénes son las personas con pupilas grandes? ¿Qué significa que tu pupila sea pequeña de forma natural? Si comparamos las pupilas de personas diferentes con las mismas condiciones de luz, es habitual que encontremos diferencias en el tamaño: no todos tenemos las pupilas iguales. Las diferencias tienen que ver fundamentalmente con la edad (las personas jóvenes suelen tener las pupilas más dilatadas) y con el sistema nervioso autónomo, visto de forma amplia con sus efectos endocrinos. De manera que cuando hay más predominio del sistema simpático (cuando estamos alertas, nerviosos, expectantes, estresados, o bajo los efectos de la adrenalina) la pupila está más dilatada. Y lo contrario cuando es el sistema parasimpático el que predomina (estamos tranquilos, relajados, adormilados, sin hormonas del estrés); la pupila suele estar más cerrada.
Ahora bien, ¿estas diferencias anulan el funcionamiento normal de la pupila? Cuando decimos que alguien tiene las pupilas grandes, ¿por fuerza estará deslumbrado cuando la luz es fuerte? Y cuando decimos que alguien tiene las pupilas pequeñas, ¿ve mal con poca luz? Evidentemente, no: estamos comparando diferencias entre individuos con la misma iluminación, pero cada individuo concreto tiene un funcionamiento habitual de su pupila: se dilatará con poca luz, y se contraerá con mucha luz. Las pupilas patológicas, enfermas, con su función alterada, son casos muy poco habituales; cuando hablamos de “personas con pupilas grandes o pequeñas” no nos referimos a estos trastornos.
Entonces, aunque cataloguemos a una persona “con una pupila pequeña de forma natural”, como dice el texto, será una pupila que sigue teniendo un rango de funcionamiento en su diámetro, y que con luz intensa se contraerá de forma efectiva. Aunque una diferencia de, digamos, 1 milímetro en su diámetro, pueda parecer poco a un ojo profano, uno no se da cuenta que el área de la pupila depende del cuadrado del radio. Por lo que cambios pequeños en el diámetro producen modificaciones proporcionalmente grandes en el área, de manera que el efecto sigue siendo importante. Y eso sin contar con que un colirio produce una “contracción suprafisiológica” del músculo que cierra la pupila (el esfínter del iris). Es decir, con un fármaco podemos conseguir diámetros de pupila potencialmente más pequeños que si nos expusiéremos a un estímulo de luz máximo.
Decir que alguien tiene la pupila pequeña y suponer que la función pupilar está abolida, si lo pensamos un poco, no es muy lógico. Es como decir que hay personas más o menos fuertes, lo cual es cierto. Pero una persona menos fuerte que otra sigue pudiendo manipular objetos con las manos, aunque esos objetos pesen y hace falta algo de fuerza.
Pupilas pequeñas en oscuridad
Ahora nos vamos concentrar en qué es lo que pasa cuando hay poca luz, pero nuestra pupila está pequeña debido al colirio.
2. De noche o al conducir, la pupila no podrá dilatarse para dejar pasar la luz. Resultado: visión nocturna muy reducida, con posibles riesgos para la seguridad.
4. En interiores poco iluminados, la imagen se oscurece y el contraste baja
He puesto también el punto 4 junto con el 2 porque dicen básicamente lo mismo: peor rendimiento visual con baja iluminación. El resultado de estas afirmaciones es, como en la anterior, consecuencia de tener un modelo simplificado (y erróneo) del funcionamiento pupilar y la adaptación a la oscuridad. Como acabamos de explicar, la retina tiene gran capacidad de adaptarse a condiciones de baja iluminación, incluso aunque la pupila no esté dilatada, sino lo contrario. Por ello, aunque en principio el sistema de adaptación a la oscuridad no esté funcionando al 100% (la pupila está contraída, en vez de dilatada), y puede que en casos concretos se pueda traducir en un peor rendimiento visual, debemos ser conscientes de que el resto de mecanismos funcionan bien y pueden compensar lo que hace la pupila.
Aparte de un problema en comprender cómo funciona esta parte del sistema visual, hay un problema de documentación. Por una parte, de forma general. Usamos gotas mióticas en la práctica oftalmológica desde hace un siglo, concretamente la pilocarpina. Los efectos del uso de la pilocarpina son bien conocidos: miopización, dolor de cabeza, disminución de la presión del ojo, incluso roturas y desprendimiento de retina. Sin embargo, no figura (por lo menos no de forma relevante) peor visión en oscuridad. Aunque uno no sea oftalmólogo, una simple búsqueda de los efectos de la pilocarpina te mostraría que tu concepto de “pupila pequeña, mala visión a oscuras” no funciona, que hay algo más que pasa en el ojo que no estás entendiendo.
Pero, aunque no te documentes de forma general sobre qué pasa con las pupilas pequeñas, lo que sí que es esperable es que, si vas a hablar de la comercialización de un colirio, te repases (aunque sea por encima) los ensayos en los que se basa la comercialización. La aprobación de un fármaco para su autorización precisa ensayos clínicos que informen de su eficacia y seguridad. Si quieres avisar de problemas importantes de seguridad de este fármaco, lo esperable es que hayas mirado estos estudios. ¿Y qué es lo que dicen estos estudios? ¿Qué es lo que pasa con los pacientes cuando usan el colirio en condiciones de baja iluminación? Lo comenté en mi artículo anterior, al repasar los estudios CLARITY: la visión en con poca luz no solo no empeora, ¡sino que mejora! Ya expliqué por qué ocurre esto.
Como comenté en mi artículo previo, todo es matizable, mejorable, y la información se podrá completar en futuras publicaciones científicas que seguro que saldrán. Y es posible que un subgrupo de personas que usen el fármaco, en condiciones más concretas de baja iluminación, sí que noten peor visión. Pero la evidencia que tenemos actualmente, concretamente de este fármaco (con los estudios CLARITY) y por el conocimiento previo de otros mióticos, nos dice lo contrario.
Miosis selectiva
Ahora vamos a ver efectos secundarios cuando se contrae otro músculo que hay en el ojo, pero no del iris.
3. Contracción constante del músculo ciliar: el ojo está “enfocando” de forma forzada durante horas, lo que puede provocar dolor de cabeza, fatiga ocular y mareos.
Esto es cierto … en la pilocarpina. Y concretamente en la pilocarpina al 2%, que es la “clásica”, la de uso clínico para bajar la presión del ojo (antiglaucomatoso) o para prevenir un ataque agudo de glaucoma. Pero el fármaco que se ha comenzado a comercializar, al que se refiere el texto, no es la pilocarpina, sino la aceclidina. Sí, es un derivado, tiene relación con la pilocarpina. Pero no es lo mismo. La diferencia radica, de hecho, en este punto: es un fármaco selectivo actúa en donde nos interesa (el esfínter del iris, para cerrar la pupila) pero no en el músculo ciliar. Por lo tanto, no esperamos efectos secundarios de una contracción del músculo ciliar, porque la aceclidina no contrae el músculo ciliar. Por lo menos en teoría. Y la (poca) evidencia que tenemos al respecto apunta en ese sentido.
Nuevamente, hay un fallo de documentación. Pero este fallo es más llamativo; no es que el autor no haya mirado los estudios del fármaco, para ver que esos efectos secundarios están ausentes (o casi). Es que ni se ha leído qué es el propio fármaco. Solo hay que leer en una línea qué es la aceclidina: un agonista colinérgico selectivo. Es lo característico, lo diferencial de esta molécula: que no afecta al músculo ciliar.
Curación o corrección
Ahora nos toca abordar el uso del colirio como un tema más global. ¿Estamos curando la vista cansada? ¿O solo lo corregimos durante un tiempo?
5. No es una cura: el problema de la presbicia sigue progresando.
En este caso, la afirmación es totalmente cierta. Por una parte, esta característica no lo diferencia para nada de las soluciones habituales para la vista cansada. Tanto el uso de gafas (progresivas, monofocales de cerca o bifocales) como el uso de lentes de contacto multifocales, tampoco curan nada, y la presbicia seguirá progresando. Así que, si el texto es una comparativa de ventajas y desventajas de los diferentes tratamientos (como así podríamos pensar cuando leemos el siguiente punto), afirmar que no es una cura no aporta nada. Es una corrección temporal, sin cambiar la historia de la enfermedad, como todas las demás estrategias (con la excepción de la cirugía, lo comento un poco más abajo).
Pero, si quieres entender que la gente puede equivocarse con el colirio, porque es un tratamiento novedoso, y algunos pueden pensar que sí que curamos el problema, que no va a progresar la vista cansada, la afirmación sí es pertinente.
Conviene apuntar en este momento que sí hay una solución que hace que la presbicia no progrese, e incluso podría ser considerada una “cura” desde el punto de vista subjetivo del paciente: la cirugía.
Monofocalidad y multifocalidad
Ahora hacemos una comparación directa del resultado del colirio frente a otra modalidad de corrección de la presbicia
6. La agudeza visual que se consigue no es tan buena ni tan estable con la que proporcionan lentes de contacto multifocales o métodos ópticos más avanzados.
Para evaluar cómo de buena y estable es la agudeza visual de cerca proporcionada por la aceclidina, podemos recurrir a los resultados de eficacia que muestran los estudios CLARITY mencionados. El objetivo de agudeza visual que menciona los estudios es de una mejoría igual o superior a tres líneas. A priori, debemos considerar estos resultados como buenos. En cuanto a la estabilidad de la agudeza visual, el efecto del colirio es estable mientras mantiene la pupila en miosis. Es decir, no hay inestabilidades, que la visión varíe de un instante al otro. Como sí que puede pasar con la otra corrección con la que se compara: las lentes de contacto multifocales. Con lentillas la visión puede empeorar si se produce ojo seco, o si hay pequeños descentramientos de la lente con los movimientos oculares y el parpadeo. Por lo que, en principio, es al revés: la agudeza visual es más estable con el colirio que con la lente de contacto.
Quizás visión estable se refiere al tiempo de duración del tratamiento, ya que la eficacia de la aceclidina no es indefinida, sino durante unas horas. Como mencioné en el post anterior , a las 8 horas, la mayoría de los pacientes en los que el colirio les funciona bien, retenían una buena visión de cerca. Y a las 10 horas, todavía eran más de la mitad. Como estamos comparando con el usuario de lentes de contacto multifocales, estas personas que ya no son jóvenes, que producen menos lágrima y de menor calidad, deberíamos limitar el uso de lentillas a unas 6-8 horas, no es muy prudente llevarlas más. Por lo tanto, en cuanto a tiempo de corrección, parece que el colirio no queda tan mal parado.
Si la comparación la hubiéramos hecho con las gafas, esta afirmación sería cierta. Un poco engañosa y manipuladora, pero cierta en el sentido literal. Es cierto que la aceclidina no consigue una visión tan buena como unas gafas bien graduadas, porque las gafas te van a dar una visión máxima y a todas las edades. Y también la visión es más estable con gafas, porque éstas no tienen unas horas de uso o unas horas de efectividad terapéutica, como sí tienen las lentes de contacto o el colirio. En estos términos, las gafas siguen siendo el tratamiento ganador. Digo que esta frase sería engañosa porque el objetivo del colirio es disminuir la dependencia de gafas y lentillas. Y la aceclidina, según los estudios y las primeras experiencias clínicas, puede permitir una agudeza visual de cerca suficiente durante suficiente tiempo para conseguirlo. Porque 3 líneas o más de mejoría visual durante unas 8 horas es más que suficiente para la mayoría de las personas a las que les funciona el colirio. Que nuevamente, no es a todos los présbitas. Por lo que parece, según explicamos el otro día, para la gente que está sobre la cincuentena, y no mucho más allá de los sesenta años. Pero en los candidatos correctos, puede ser una buena solución de independizarse de las gafas, y no tener que experimentar los inconvenientes de las gafas, que los tiene. Una efectividad suficiente durante el tiempo suficiente en la práctica.
Sin embargo, la comparación no es con gafas, sino con las lentes de contacto multifocales. Así que la afirmación no es cierta ni de forma literal. Por lo que hemos comentado, pero también por razones de física óptica. Como explicamos en el artículo anterior, la mejoría de visión cercana que se obtiene con la aceclidina es gracias a la extensión del punto focal. La visión de cerca obtenida todavía se apoya en la monofocalidad. Es decir, tenemos un punto focal, los rayos se enfocan todos en un punto (o rango) focal, sin dispersión de la luz, sin varios puntos focales simultáneos. Sin embargo, las lentes de contacto no funcionan así. Ya no tienen monofocalidad. Hay dos puntos focales simultáneos, lo que produce dispersión de la luz, proyección simultánea de imágenes nítidas y desenfocadas en la retina, visión de halos, etc. De forma inherente, el diseño multifocal es peor que el monofocal. A esto hay que añadir otros problemas que tienen las lentes de contacto, que no tienen otras soluciones multifocales como las lentes intraoculares. Cuando usamos una lentilla, esta se puede mover y descentrar, aunque sea poco, al parpadear y mover los ojos. Este descentramiento causa más problemas cuando se trata de lentes multifocales. Además, esta solución no suele funcionar bien cuando hay astigmatismos relevantes. Por último, está el tema del ojo seco, que como hemos mencionado antes es más prevalente con la edad (y hablamos de personas de más de 50 años).
En general las lentes de contacto multifocales tienen una serie de inconvenientes que hacen que sea una minoría de personas las que optan por esta solución. Eso no quiere decir que los usuarios de estas lentillas se estén equivocando; la minoría que las tolera y no tienen problemas de superficie ocular, suelen estar contentos. Son personas que no quieren llevar gafas, y aunque tienen halos y la visión de cerca (y de lejos) no es tan buena como con gafas, la independencia que les da de las gafas les compensa.
En este contexto, para aquellos que realmente no quieren llevar gafas y no tienen una presbicia muy avanzada, parece que la aceclidina va a ser una solución mucho mejor que las lentes multifocales.
Por eso es extraño que el autor del texto realice la comparación con las lentillas y no con las gafas. Sí, por una parte estamos comparando las soluciones para librarnos de las gafas. En ese aspecto tiene sentido comprar la aceclidina con las lentes de contacto. Pero las lentillas salen muy mal paradas en la comparación, así que esa afirmación de que las multifocales son mejores es evidentemente falsa, es exactamente lo opuesto, y es extraño que un optometrista pueda afirmar esto. Solo lo puedo explicar si el autor no se ha documentado sobre la eficacia de la aceclidina, y si el modelo simplificado (y erróneo) del funcionamiento pupilar le hace pensar que el efecto estenopeico obtenido es débil e inestable. Tal como está redactado, puede hacer pensar que está intentándonos “vender” las lentes de contacto multifocales, teniendo en cuenta el conflicto de intereses que hay. Que no digo que el autor lo esté haciendo, pero lo puede parecer al presentar como una solución superior un tratamiento que venden los optometristas que es inherentemente peor (como solución óptica, con los inconvenientes de las lentillas, etc).
Medicamento
El último punto es cierto. A saber:
7. Por último, no olvidemos que es un fármaco y, como tal, tiene sus limitaciones, contraindicaciones y posibles efectos secundarios.
Todos los fármacos tienen sus contraindicaciones y efectos secundarios. De ello hemos estado hablando largamente en mi artículo anterior. Quizás lo más relevante, en este contexto, dado que las contraindicaciones y efectos secundarios son (por el momento) escasos, sería enfocarse en las limitaciones. Como decíamos el otro día, la limitación más relevante es que solo es eficaz en presbicias leves.
En un texto como en el que estamos analizando, que quiere poner en relieve los puntos flacos de la aceclidina, lo esperable sería enfocarse en la limitación más importante. Y es que, con los datos actuales, podemos esperar que a partir de los 60 años va a ser poco eficaz. Sin embargo, la frase sobre los problemas de los fármacos es muy genérica; la afirmación que se hace se aplica a todos los medicamentos. Podemos suponer razonablemente, como ya hemos hecho en los puntos anteriores, que el autor no se ha informado adecuadamente sobre el medicamento del que está hablando. De haberse dado cuenta de esta importante limitación, que realmente es el talón de Aquiles de la aceclidina, lo hubiera destacado de forma explícita en su artículo.
Por otra parte, si estamos comparando el colirio con otras formas de corregir la vista cansada, como ya se ha hecho en el punto anterior, ¿no sería justo hablar de las limitaciones, las contraindicaciones y los posibles efectos secundarios de los demás tratamientos? Porque puede parecer que estamos dando a entender que el resto de medidas no tienen riesgos, limitaciones, contraindicaciones y efectos secundarios. Si estamos mencionando el tema, deberíamos hacer una comparación justa, sobre todo si hablamos de lentes de contacto. Y es que, de acuerdo al conocimiento que tenemos ahora, el usar lentillas tiene más riesgos, contraindicaciones y efectos secundarios que el colirio.
Una crítica razonada a la aceclidina
Como hemos visto, la mayoría de los puntos del texto que hemos analizado es errónea. Se le sacan inconvenientes a la aceclidina que simplemente son falsos. ¿Eso quiere decir que el fármaco carece de inconvenientes? Para nada. En mi último post ya estuve mencionando los problemas que tenemos con este nuevo medicamento. Sin querer repetirme, por mencionar los dos más importantes:
- En principio limitado a présbitas leves
- Carecemos de estudios post-comercialización
Si queremos desarrollar un poco más nuestras preocupaciones, el “miedo” que le tendría yo es que su uso mantenido podría dar lugar a esas pupilas que vemos en los usuarios de pilocarpina de larga evolución. Pupilas que quedan con una miosis bastante fija, que luego no dilatan ni en la oscuridad ni con colirios ciclopléjicos. Que aunque los pacientes no tienen mayor inconveniente en su vida normal, esas pupilas que dilatan tan mal nos pueden dar problemas a los oftalmólogos cuando operamos de cataratas.
Podríamos incluso poner en duda que la aceclidina sea tan selectiva y que realmente no afecte para nada al músculo ciliar. Aunque los efectos secundarios más menos habituales de la pilocarpina (mareos, visión borrosa) no están presentes en la aceclidina, y el dolor de cabeza es muy reducido y leve, podemos especular que un efecto adverso más infrecuente como el desprendimiento de retina podría no haber sido detectado en los estudios actuales.
Estas pegas, estas dudas que he planteado ahora, aunque no tienen todavía un respaldo basado en evidencias, pueden ser supuestos razonables, problemas que podrían pasar en un futuro. Son posibles inconvenientes que podemos plantear a la aceclidina en base al conocimiento actual que tenemos. Es decir, si queremos ser críticos con este nuevo medicamento, podemos serlo. Pero para eso hay que informarse, hay que leer sobre el fármaco, hay que tener una base de cómo funciona la pupila y estos fármacos.
Conocimientos y competencias
Todos los profesionales de la visión reciben una formación global de cómo funciona el ojo y el sistema visual. Pero los conocimientos, las competencias y la experiencia adquirida en cada categoría profesional es diferente. En consecuencia, la cualificación para entender o comunicar no es la misma. ¿Eso quiere decir que un optometrista no puede o no debería hablar de estos temas? ¿O un oftalmólogo general que no tenga conocimientos específicos de neuro-oftalmología? En absoluto. Uno puede escribir sobre un tema de salud visual aunque no sea el profesional o el subespecialista más cualificado para ello. Lo que pasa es que debe entender las limitaciones que uno tiene en formación y experiencia cuando no es un experto en esa parte. Y no, ser un profesional de la visión no te hace experto en cualquier tema de la vista.
Por ello, cuanto más alejado está tu campo de especialización, más prudente tienes que ser y más te tienes que documentar. En este caso concreto, la formación que reciben los optometristas sobre la dinámica pupilar y la adaptación retiniana es limitada, porque los optometristas se ocupan de otros aspectos de la función visual. Pero no debemos confundir los modelos simplificados que nos explican (porque se dedica relativamente poco tiempo en las asignaturas a esos aspectos del ojo), con que sean procesos muy sencillos. Nos han simplificado el modelo para que entendamos lo básico, pero la realidad no es tan sencilla.
Prudencia y sentido común
Por poner el ejemplo que nos ocupa. Si fuera cierto lo que pone el texto que hemos analizado, si el colirio causara tantos inconvenientes y sus indicaciones fueran tan limitadas, ¿realmente lo hubieran comercializado? ¿Van a invertir en un proyecto de mucho dinero para un medicamento que va a ser un fracaso? Si un optometrista puede concluir rápidamente que este tratamiento no va a funcionar, en la empresa farmacéutica que lo ha sintetizado, testado y lo va a comercializar ¿a nadie se le ha ocurrido que va a ser un fiasco? ¿Nadie se ha dado cuenta? Y las autoridades sanitarias que lo han aprobado (en este caso, la FDA), si tiene tantos riesgos con la conducción nocturna y similares, ¿cómo lo han llegado a aprobar?
Sí, ha habido caso de errores, de fracasos absolutos, de compañías farmacéuticas que no han podido pronosticar un producto fallido a pesar de que había indicios claros antes de la comercialización. También ha habido casos de medicamentos que no debían aprobarse por parte de las autoridades reguladoras. Pero en general hay gente inteligente tanto en las empresas farmacéuticas como en los organismos reguladores. Sí, muchas veces hay conflictos de intereses: su objetivo es ganar dinero, más que cuidar la salud de la población. Pero si el fármaco es un fiasco, nadie sale ganando y es mejor pronosticarlo de antemano.
Por lo tanto, si algo te parece tan malo, y llegas a esa conclusión sin apenas estudiar y documentarte, pero empresas que tienen expertos apuestan por ello, igual hay que darle una segunda pensada. Si las autoridades sanitarias lo aprueban a pesar de que tú estimas que tiene efectos adversos importantes y frecuentes, lo primero que debes pensar, en vez de que se equivoca todo el mundo, que igual te equivocas tú. Por lo menos, te tiene que hacer pensar, repasar todo, revisar tu razonamiento. Como principio de prudencia.
Documentación y empirismo
Si estamos escribiendo sobre un tema de salud, no es la tertulia de un bar. Y menos si uno es un profesional del tema. No se trata de opinar. Y ojo que esto es muy importante: no se trata de deducir las conclusiones en base a unos conocimientos previos, a unos modelos que hemos aprendido y aplicamos. Estos principios deductivos nos ayudan en nuestros procesos mentales y en nuestro trabajo, pero no generan un conocimiento fiable de por sí.
¿Cómo puedo decir eso del conocimiento teórico y el proceso deductivo? ¿No es así como avanza la ciencia? Bueno, a veces no se comprende bien cómo funciona la ciencia. La deducción no es la manera principal a la que llegamos a conclusiones sólidas. El proceso es el contrario: la inducción. Es decir, nos basamos en pruebas concretas, sistematizadas y bien realizadas, para posteriormente llegar a conclusiones más generales. Por lo tanto, si queremos saber qué es lo que ocurre si utilizamos la aceclinida, el conocimiento científico válido, la prueba de verdad, la evidencia científica, no es lo que nosotros podamos suponer o deducir de acuerdo a lo que sabemos (o creemos saber) del funcionamiento de la pupila, o de medicamentos parecidos. No; lo que hacemos es realizar estudios. Y si queremos opinar, explicar o divulgar sobre cómo funciona este colirio, debemos leer los estudios, entenderlos y analizarlos. Es decir, documentarnos.
Da igual que pensemos, por poner uno de los ejemplos de más arriba, que la aceclidina nos va a hacer ver peor por la noche. Las pruebas empíricas nos demuestran lo contrario, que vemos hasta mejor. Si la evidencia contradice el modelo teórico que tenemos en la mente, en principio debemos entender que lo que está mal es el modelo teórico. Luego ya veremos si sale evidencia empírica posterior que matiza este hecho. Las pruebas, la información experimental, los estudios realizados, se pueden criticar, encontrar limitaciones, etc. Pero hay que entender que en cualquier caso el conocimiento real emana de esta observación directa, no de conclusiones teóricas previas. Una evidencia de un estudio se puede combatir con otras evidencias con resultado diferente, o un análisis de las limitaciones y posibles errores en la realización del experimento. Pero no se combate aludiendo a que ese resultado no es compatible con un modelo teórico “a priori”. Por nuestros modelos se adaptan a la realidad, y no al revés. No podemos negar la realidad (o una observación) en base a un modelo.
La deducción nos sirve para proponer hipótesis de trabajo, plantearse preguntas, buscar más información. Pero no es una evidencia científica. Por lo tanto, las deducciones no basadas en hechos, aunque parezcan razonadas, aunque las realice un profesional de la visión, no son evidencias científicas.
Claro, informarse cuesta tiempo y esfuerzo. Y cuando más alejado está el tema de nuestras competencias profesionales, más esfuerzo nos va a costar documentarnos bien. Nadie ha dicho que hablar de ciencia sea fácil. Y esto no es compatible con la “fiebre de las redes” que comentaba al inicio del post, de escribir pronto y rápido.
Conflictos de intereses
No digo que en este ejemplo concreto el texto esté sesgado por los conflictos de intereses del autor. Pero lo puede parecer.
Antes de seguir adelante, conviene explicar lo de los conflictos de intereses. Cuando alguna vez he explicado este tema, algunas personas se ofenden, respondiendo “yo no tengo conflictos de intereses”. Y realmente es un malentendido. Todos tenemos conflictos de intereses. Trabajemos como médicos, como optometristas o enfermeros; trabajemos en el ámbito privado o en el público, todos tenemos potenciales intereses que no son la salud del paciente. La clave es cómo respondemos a esos conflictos, si los resolvemos de acuerdo a los principios deontológicos de ética médica o sanitaria, o no.
Si queremos poner un ejemplo relacionado con la vista cansada, si yo realizara ese tipo de cirugías, y ganara más dinero cuantas más operaciones hiciera, el conflicto de intereses que hay es que promocionar esta solución sobre otras me hace ganar más dinero. Teniendo en cuenta este conflicto, debo ser especialmente cuidadoso cuando hablo de estas intervenciones. Si las destaco por encima de otras soluciones, la gente podría sospechar que la información que divulgo no es fiable, que quiero favorecer la opción que me hace ganar dinero. De esta manera, debo ser prudente y muy exhaustivo con la información que doy al respecto, sobre todo si es favorable a esta opción. Debo basarme en datos objetivos, estudios, información empírica, y no en opinión personal.
En el caso que nos ocupa pasa lo mismo. Existe un conflicto de intereses: podemos razonar que a un optometrista no le viene bien que sus potenciales clientes corrijan la vista cansada con un colirio. Así que un artículo donde diga que este fármaco funciona mal, que el fármaco tiene muchos riesgos y problemas, etc, es a priori sospechoso de estar sesgado por un conflicto de intereses. Y más si intenta poner en valor una solución para la vista cansada como son las lentes de contacto multifocales, que es una opción minoritaria (aunque perfectamente válida para un perfil seleccionado), pero lucrativamente interesante para las ópticas.
Aclaro nuevamente que no digo que sea el caso, pero lo puede parecer. Así que es más importante todavía ser prudente, documentarse bien, y basarse en pruebas objetivas cuando haces una valoración que se alinea con tus intereses económicos.
Consejo para creadores y consumidores de contenido
Tras analizar este texto de ejemplo, podemos extraer conclusiones que nos ayudan a todos, tanto creadores como consumidores de información sobre la salud. De esta forma, volvemos al tema el inicio de este artículo, y podemos ampliar y desarrollar los consejos que dábamos.
Como hemos ido describiendo a lo largo del artículo de hoy, la forma de comunicar y de divulgar por parte de los profesionales de la salud (y los encargados de la visión no somos una excepción), ha cambiado. La dinámica de las redes sociales, de la inmediatez, de valoraciones rápidas y sencillas de entender, es la que triunfa. Además, cuanto más polémico, categórico y radical sea nuestro discurso, mejor. Lo favorece el algoritmo, tiene más visualizaciones, se viraliza. Por el contrario, reflexiones más serenas, documentadas, más explicadas y complejas tienden a desaparecer.
Si un profesional sanitario quiere ser influencer, o tener marca personal, acumular seguidores, que su contenido sea leído, oído o visto por muchas personas, tiene que entrar en ese juego. No importa si lo que dice sea más o menos cierto. La equivocación (cuando a alguien le pillan en un renuncio, que no suele ser el caso) no penaliza apenas.
Así que, cuando un lector, consumidor de vídeo, streaming, podcast, o con el formato que sea, recibe un contenido de un profesional de la salud que se pronuncia sobre un tratamiento, diagnóstico, consejo de salud, etc, recomendaría fijarse en estos tres puntos:
- Datos objetivos
- Conflictos de intereses
- Sencillez y brevedad del contenido
Esos mismos puntos son los que debería fijarse el creador de contenido, sean artículos en LinkedIn o cualquier otra red social, artículos en un blog, o bien podcast, vídeos, etc. Esto también me lo digo a mí mismo; a lo largo de tantos años (casi 9 años con el podcast, y 20 años de blog, que se dice pronto) evidentemente también he metido la pata, y estas recomendaciones las escribo también como recordatorio personal de cómo, en mi opinión hay que hacer bien las cosas para comunicar cuando eres un profesional sanitario.
Datos objetivos
Cuando alguien divulga o expresa su postura en un tema sanitario, ¿lo que dice se basa en datos objetivos empíricos? Eso casi siempre se traduce en que conviene basar tus afirmaciones en publicaciones científicas, ensayos clínicos, análisis estadísticos y similares. Ojo, es condición necesaria, pero no suficiente. No quiere decir que alguien que menciona o enlaza un artículo científico automáticamente tiene razón. Pero si no hay datos detrás, cuando es solo una especulación teórica, basado solo en una deducción, en un razonamiento teórico, o en la “experiencia personal”, deberíamos, por lo menos, ponerlo en duda.
En el ejemplo que hemos puesto en este artículo, el autor que critica la aceclidina no se va al estudio CLARITY para ver qué efectos tiene el tratamiento. No aporta información en general sobre los efectos del tamaño de la pupila, o qué ocurre en la visión nocturna, qué es lo que pasa cuando tenemos pupilas grandes o pequeñas. Tampoco se basa en otros estudios, o en libros o cualquier información objetiva previamente publicada sobre qué es lo que pasa con pupilas grandes o pequeñas. Las afirmaciones de cuándo y cómo funciona el tratamiento, sus limitaciones y problemas, son especulaciones o razonamientos sin base empírica, y los datos contradicen sus afirmaciones.
Pero existen otros casos, como decía, que sí que hay una referencia a alguna publicación. ¿Qué es lo que puede pasar? ¿Por qué no podemos bajar la guardia cuando hay artículos científicos?
- A veces, y con más frecuencia de lo que pueda parecer, el (o los) artículo(s) referenciado(s) no afirma(n) lo que el autor dice. Muchos saben que la referencia bibliográfica habitualmente no se revisa. Cuando alguien afirma “este estudio dice que …” la gente se lo cree, no va a la referencia a leer la fuente original. Pero a veces dicha fuente no dice lo que afirma el comunicador. Y me ha pasado en algunos debates por internet que los propios artículos que me referencian para defender una postura me sirven a mí para desmontar dicha hipótesis.
- El llamado “Cherry picking” que en español se suele traducir como la falacia de evidencia incompleta. Consiste en seleccionar solo los artículos que te dan la razón e ignorar los que niegan, ponen en duda o critican esa postura. Hay que tener en cuenta que las publicaciones científicas no son “fuentes de hechos verdaderos” per se. Son canales de comunicación entre los investigadores y científicos. Se proponen hipótesis, éstas se comparten, discuten y ponen a prueba. Se calcula que solo una de cada diez hipótesis se demuestra cierta. Con lo cual, la mayoría de lo que “se habla” en publicaciones científicas, así considerado en general, es falso. Solo se genera evidencia científica sólida (todo siempre sujeto a revisión) tras revisar y comprobar varias veces, de forma independiente, las hipótesis mediante ensayos clínicos bien diseñados, etc.
En lo que a mí me atañe, es cierto que tanto en el blog como en el podcast no inundo mi contenido de citas bibliográficas. Para hablar de cosas ampliamente aceptadas, con un consenso evidente, que nadie pone en duda, no pongo citas constantemente. Sería referirme todo el tiempo a libros básicos de la materia, y no se trata de eso. Pero sí que recurro y analizo estudios cuando se trata de temas polémicos. Creo que el papel del profesional cuando comunica en este ámbito es más de “traductor” de la información científica. Porque son los datos, la evidencia, la que tiene que hablar. No es un “experto” en que lleva a una verdad.
Cómo solucionar los conflictos de intereses
¿Cuáles son los conflictos de intereses del autor? Todos tenemos conflictos de intereses, y eso no quiere decir que estemos todos corrompidos. Pero cuando alguien está barriendo claramente para casa, cuando el autor solo habla bondades del tratamiento que hace precisamente él (o su categoría profesional), y las alternativas “que no son las suyas” que salen de sus competencias, son las malas; bueno, nuevamente, un poco de escepticismo sano.
En este caso, es evidente que la aceclidina es un ataque frontal al modelo de negocio de las ópticas. Las gafas progresivas son caras, y la vista cansada afecta a toda la población a partir de los 45-50 años, así que gran parte de la facturación de una óptica tiene que ver con esto. Que un colirio pueda dar cierta independencia de las gafas de cerca o las progresivas (aunque sea solo a una parte de los présbitas), puede comprometer el negocio. Es evidente que los optometristas tienen un conflicto de intereses en defender las opciones que venden en ópticas (gafas, o lentes de contacto multifocales, como en el ejemplo que he puesto), y desprestigiar las demás (el colirio, en este caso). Eso no quiere decir que automáticamente cualquier postura o análisis que haga todo optometrista sobre las correcciones de la vista cansada va a estar sesgado o sea erróneo. Pero cuando un autor pone muy bien las soluciones que él mismo (o los colegas de su misma categoría profesional) ofrece, y habla mal de las alternativas que pueden afectar a su negocio, debemos sospechar. Tiene que ofrecernos información muy objetiva, demostrada, independiente para que nos fiemos.
También lo debemos tener en cuenta si somos creadores de contenido: cuando lo que comunicamos algo que se alinea con nuestros intereses, debemos ser especialmente cuidadosos y objetivos. Porque la gente está en su derecho a pensar que los conflictos de intereses nos condicionan. Vuelvo a poner el ejemplo personal, en base a la información que expuse en mi artículo anterior. En varias ocasiones me ha tocado mencionar la cirugía como solución a la vista cansada. Me he preocupado en explicar los inconvenientes que tiene, y en todo caso no la presento como la mejor opción o la adecuada para todo el mundo. Porque al margen de que yo personalmente opere muchos o pocos pacientes de presbicia, se entiende que como cirujano puedo tener conflicto de interés para destacar la solución quirúrgica por encima de las demás.
Sencillez y brevedad
Para muchos servicios, encargos o trabajos que podemos encargar en nuestra vida rutinaria, muchas veces como clientes queremos que lo tenemos que contratar sea: bueno, rápido y barato. Y normalmente no podemos tener las tres cosas. Si quieres algo rápido y barato, no va a ser de la mejor calidad. Si quieres algo de buena calidad y rápido, no va a ser barato. Si quieres algo bueno pero quieres ajustar el presupuesto, pues lleva su tiempo.
En comunicación y divulgación pasa algo similar. Hay tres cualidades positivas que querríamos en cualquier contenido: explicación verdadera, sencilla y breve. Pues raramente podemos conseguir las tres a la vez. El problema es que, si nosotros no somos expertos, no podemos establecer con certeza si una explicación es verdadera o no. Si algo que leemos u oímos suena bien, puede que lo demos por válido. Pero nos pueden estar engañando. Sí que podemos evaluar mejor si algo es breve, corto, y si algo es sencillo, porque es comprensible y hemos podido seguir la explicación.
Como decíamos antes, los mensajes a día de hoy tienden a ser sencillos y cortos. No aspiras a retener la atención o la dedicación del que te lee, escucha o ve durante mucho tiempo. Así que, al margen de la veracidad de lo que se comunica, la presión del entorno, los algoritmos y la lucha por notoriedad determina que lo que se comunica debe ser breve y sencillo.
El problema, como decimos, es que las explicaciones sencillas y cortas normalmente no son ciertas. La sencillez, entendida como hacer el contenido comprensible, evidentemente es esencial. Un buen divulgador intenta hacer sencillos los temas complejos. Si la gente no te entiende no eres ni comunicador ni divulgador. Por desgracia, no es tarea fácil. Siempre hay mil matices y excepciones; hay mecanismos y procesos que no comprendemos bien. Esto ocurre sobre todo en los procesos biológicos. Hacer sencillo lo complejo exige experiencia, talento y dedicación, pero, además, una explicación sencilla y comprensible tiene que pagar un precio. Tienes que preparar unas bases en el que recibe el mensaje, preparar un modelo de la realidad lo suficientemente sencillo para que sea comprensible pero no puedes sobresimplificar demasiado si lo que explicas es verdadero. Hay que buscar símiles, metáforas; describir y enumerar los factores importantes que tienen un papel en el proceso o hecho a explicar. Todo esto lleva un tiempo, exige que el mensaje sea más largo.
Puedes hacer una explicación sencilla y corta, pero entonces muy difícilmente será cierta. Puedes dar una explicación corta y cierta, pero entonces no va a ser sencilla. Como decíamos antes, se necesitan unas bases, un conocimiento previo de todos los procesos subyacentes. Esa explicación la entenderá el experto, pero no funciona como contenido divulgativo. En consecuencia, para tener una explicación sencilla y cierta, no puede ser corta.
Sí, la brevedad es deseable, y la sencillez es obligatoria si hablas al público general y no solo a expertos. Pero si te rindes a la un mensaje corto y simple, probablemente sea erróneo, o por lo menos parcialmente falso. Ya lo hemos visto con el ejemplo de la crítica a la aceclidina; basarse en un modelo tan simple de cómo funciona la pupila nos hace llegar a conclusiones erróneas.
¿Qué hacer entonces? Puedes escribir mensajes cortos en redes sociales con conclusiones breves, y añades un enlace o referencia a un contenido más extenso para el que quiera saber más. Y también asumir que el contenido ofrecido en el tema de salud es más sensible: el contenido falso o inexacto tiene consecuencias más importantes. La veracidad y la exactitud no debería ser algo negociable.
Por lo menos ese es mi parecer, y es lo que pasa en este blog y en el podcast asociado. El contenido divulgativo que ofrezco raramente encaja bien en una comunicación corta por redes sociales. Muchos lectores y oyentes me han ido agradeciendo el contenido porque se entiende, y según sus comentarios y opiniones que agradezco profundamente, hago fáciles los temas difíciles. Pero eso no es solo mérito mío. Mi contenido no suele ser breve. Escribo artículos largos, y grabo podcast también de cierta duración. El lector u oyente de Ocularis dedica tiempo y, por qué no decirlo, cierto esfuerzo intelectual al consumir mi contenido. La divulgación puede ser divertida, interesante, entretenida, apasionante, pero no es como otros medios de entretenimiento pasivo de “no pensar”.
Conclusiones
Este artículo nos sirve para repasar lo que explicamos en el post anterior; hemos hablado de nuevo del nuevo colirio para la vista cansada, qué es lo que hace y lo que no hace la aceclidina en el ojo. Partiendo de un texto compartido por un profesional sanitario sobre el tema, en este caso concreto con varias incorrecciones, hemos podido reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos los médicos, pero también los optometristas y demás profesionales sobre la divulgación y la comunicación. Es tentador escribir desde una presunta posición de “experto”, y afirmar que tal o cual tratamiento va a funcionar o no en según qué circunstancias. Y hacerlo desde nuestra “opinión”, sin basarnos en pruebas, sin un riguroso repaso y documentación de la evidencia disponible. Sin embargo, ceder a la respuesta rápida, atribuirnos la condición de “expertos”, ofrecer conclusiones categóricas, absolutas, es una tentación que sufrimos todos los que comunicamos en el ámbito de la salud.
Más que una lección que quiera yo dar a los demás, estas reflexiones son un recordatorio para mí mismo, para no caer de nuevo en estos mismos errores, para mantener un estándar alto cuando comuniquemos y expliquemos conceptos relacionados con la salud, la enfermedad y los tratamientos. El tema sin duda lo merece.
Divulgar, comunicar y hablar sobre estos asuntos es importante, y no está restringido ni a unos pocos expertos, ni a categorías profesionales concretas. Está bien que los distintos profesionales nos comuniquemos entre nosotros y también con el público general. Eso sí: para evitar equivocarnos cada dos por tres, confundir a la gente con información inexacta o errónea, enfrentarnos entre nosotros dejándonos llevar por conflictos de intereses, debemos ser honestos, reflexivos y serenos. Cuando escribimos “como médicos”, “como optometristas”, etc, no es lo mismo que cuando opinamos de temas menos sensibles en redes sociales. Exige un poco más de esfuerzo y seriedad, pero vale la pena.







