Este artículo es la segunda parte de los tres que vamos a dedicar al tratamiento del ojo seco. Es por tanto la continuación del primero, donde explicamos el manejo inicial. En aquel primer post propusimos un escalón terapéutico con 6 opciones de tratamiento. Hablamos de los dos primeros escalones: el tratamiento de la causa (cuando es factible), y sobre todo cambios en nuestro entorno y estilo de vida.
Tras este manejo inicial, y si no es suficiente para controlar el ojo seco, debemos recurrir a medicamentos. El siguiente paso sería el uso de lágrimas artificiales, que son el grupo terapéutico más importante, y para la gran mayoría de los pacientes, el único necesario. Es decir, la mayor parte de las personas deberían estar bien controladas con las medidas iniciales propuestas en el capítulo anterior, y el uso adecuado de lágrimas artificiales.
Aunque lo lógico sería hablar de las lágrimas en este segundo artículo, lo vamos a dejar para el final. Y hoy hablaremos del resto de medicamentos que se usarán, siempre de forma adicional y simultánea a las lágrimas artificiales, en ojos secos que no podemos controlar sólo con lágrimas. En consecuencia, los pasos cronológicos serían:
- Valoración y manejo inicial, explicados en el artículo anterior.
- Utilización de lágrimas artificiales, que explicaremos en el próximo.
- En los casos que lo anterior no sea suficiente (una minoría de pacientes), recurriremos a las medidas adicionales que vamos a explicar hoy.
Vamos a ir explicando estos tratamientos «avanzados» para el ojo seco, respetando también una especie de escalones «de menos a más», en función de lo que necesitemos. Después de explicar todos, haremos una reflexión de cuándo se deben utilizar. Y cuándo no.
Tapones lagrimales
Dentro ya de esta parte de tratamientos “intensivos” y reservados a las formas más serias de ojo seco, sería la opción inicial. Tiene menos riesgos y complicaciones que los fármacos que explicaremos más abajo. Podría tener sentido utilizar tapones en los ojos secos «no tan graves» como los que describiremos luego (es decir, no necesitaremos lesiones corneales avanzadas, o presencia de enfermedades serias de la superficie ocular) pero que requieren un uso muy continuado de lágrimas artificiales.
La lágrima se drena por los puntos lagrimales, que son unos pequeños agujeritos, uno por cada párpado, por donde sale la lágrima. El punto lagrimal es el inicio de la vía lagrimal, un sistema de conductos que lleva la lágrima hasta la fosa nasal. En cada ojo hay dos puntos lagrimales, el superior y el inferior, cada uno en su párpado correspondiente. Con mucho, el más importante es el inferior, el que recoge la mayor parte de la lágrima.
El tratamiento consiste en ocluir el punto lagrimal inferior con un tapón. En su formato habitual, es un pequeño dispositivo con forma de arpón.
Se introduce por presión la punta y el vástago en el comienzo de la vía lagrimal (a través del punto lagrimal hasta la ampolla), quedando la cabeza por fuera. El tapón permanecerá ahí de forma indefinida. La lágrima queda retenida y mejoran los síntomas del ojo seco.
Tiene sentido cuando falta cantidad de lágrima, pero no cuando ésta tiene muchos componentes inflamatorios, porque estos elementos permanecen más tiempo en contacto en la superficie del ojo. Esto es muy importante: no se deben utilizar cuando hay un compontente inflamatorio importante. Ya de por sí se contraindicaría en causas «inflamatorias» del ojo seco: coexistencia de enfermedades autoinmunes, alergia ocular, e incluso blefaritis.
En otras ocasiones tras implantar los tapones comprobamos que en vez de mejorar los síntomas los empeora, y es precisamente porque se retienen los mediadores inflamatorios incluso en ojos que a priori no suponíamos «inflamados». O sea que en general el tratamiento se prueba, y si vemos que no mejora se retiran.
Poner y retirar los tapones lagrimales son procedimientos seguros e inocuos. Se llevan utilizando durante muchos años y los riesgos de su uso mantenido son bajos. Sí que es cierto que aumentan las posibilidades de acumular secreciones (legañas) e incluso una predisposición a conjuntivitis bacterianas.
Antiinflamatorios
Todo ojo seco tiene una parte de inflamación, incluso en los que no es su causa principal. En consecuencia, el uso de medicamentos antiinflamatorios tienen sentido, por lo menos teóricamente, en el ojo seco. El problema es que las peculiaridades propias de las familias habituales de antiinflamatorios presentan problemas.
Los llamados antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), de la familia de la aspirina, el ibuprofeno, etc, también se pueden utilizar en forma de colirios. Existen principios activos como el diclofenaco o el ketorolaco que se comercializan para este fin. El problema es que de por sí son tóxicos para la superficie ocular. Por lo que en principio no deberíamos utilizarlos.
La otra gran familia son los corticosteroides o corticoides, como la dexametasona, prednisona, fluorometolona, etc. No tienen esa toxicidad inmediata y directa de los AINEs, y son más eficaces suprimiendo la inflamación. El problema es el uso crónico: produce complicacones en la propia superficie ocular (retraso de la regeneración de tejidos, incluso atrofia) y pero sobre todo en partes internas del ojo como: cataratas, y a veces, glaucoma. Como el ojo seco es una enfermedad crónica, no podemos usar corticoides como tratamiento mantenido o indefinido. No nos van a servir como tratamiento de base (como sí podemos utilizar las lágrimas artificiales).
Aun así para etapas de empeoramiento podemos utilizar ciclos cortos de colirio corticoide, a ser posible sin conservante. Pero siempre bajo indicación y supervisión médica: jamás debe uno automedicarse con estos medicamentos. Además de los efectos adversos explicados antes, favorecen la infección, y pueden empeorar otras enfermedades que pueden dar síntomas similares al ojo seco (como un herpes ocular).
Alternativamente hay otros antiinflamatorios diferentes, menos usados, pero que pueden usarse de forma crónica sin los inconvenientes de los corticoides. De este grupo, el más usado para el ojo seco es el colirio de ciclosporina.
Es una gran opción para ojos secos cuya gravedad necesita este “plus terapéutico”. El problema es que en España el único preparado comercial que se vende es absurdamente caro.
Existe otro colirio de ciclosporina cuyo precio es razonable y se puede plantear como tratamiento crónico, pero no se vende aquí (sí se comercializa en diversos países de Iberoamérica). Eso obliga a solicitarlo como medicamento extranjero, con las trabas burocráticas que supone.
Otra solución es preparar el colirio como fórmula magistral o preparación hospitalaria, lo que también supone dificultades añadidas en precio, disponibilidad, y a veces en la tolerancia al tratamiento.
Suero autólogo
Este sería quizás el último escalón en las medidas terapéuticas. Más que tratamiento para el ojo seco, el suero autólogo se utilizaría para tratar las lesiones secundarias en la superficie del ojo. Alteraciones del epitelio de la córnea, principalmente.
El suero autólogo se obtiene de la propia sangre del paciente, separando las células y algunas proteínas, y dejando la parte líquida con una serie de nutrientes y factores que hay en la sangre que ayudan a la regeneración del tejido.
En caso de úlceras corneales que regeneran mal y otros problemas similares del epitelio, el suero autólogo provee de elementos que ayudan a que ese epitelio regenere, crezca y se cierren las lesiones.
Realmente la indicación para usar el suero autólogo estaría en enfermedades más graves que el ojo seco. Hablaríamos de quemaduras, enfermedad injerto contra huésped (una alteración del sistema inmune tras un trasplante de un órgano), descompensaciones endoteliales de la córnea (queratopatía bullosa; en la córnea se acumula agua, se vuelve opaca y se forman «ampollas» bajo el epitelio que se rompen y forman úlceras), y otras de este estilo.
¿Cómo funciona exactamente el colirio de suero autólogo en estas enfermedades graves de la superficie de la córnea?. El epitelio de la córnea se regenera a partir de su límite exterior, en una estructura llamada limbo.
En este limbo están las células madre del epitelio corneal, células que están constantemente dividiéndose. La regeneración del epitelio se produce desde el limbo, a partir de las células madre, y las células «nuevas» van moviéndose de esta parte periférica al centro, sustituyendo a las células muertas. Si alguna de estas enfermedades graves daña las células madre del limbo, se dificulta la producción de nuevas células, y por tanto la regeneración. No se reparan los daños del epitelio. Esto es lo que se llama insuficiencia límbica. Y en este contexto el suero autólogo puede ayudar, estimulando la división de las células madre que todavía quedan.
Bien, pues decía que, aunque la indicación principal de usar suero autólogo es la insuficiencia límbica para las enfermedades graves de la córnea mencionadas, también se utiliza en casos seleccionados y graves de ojo seco. Cuando el ojo seco mantiene unas lesiones más o menos constantes en la córnea (queratopatía punteada superficial intensa, donde faltan zonas pequeñas y múltiples de epitelio), el suero autólogo ayudaría a la regeneración.
La preparación y uso del suero autólogo son complejos: se hace en el hospital, con unas condiciones muy específicas. Hace falta un equipo de laboratorio que, tras extraer la sangre al paciente realiza las manipulaciones adecuadas para obtener varios frascos de colirio de suero autólogo. Estos frascos necesitan frío, deben protegerse de la luz, y duran pocos días. Con una extracción de sangre se obtienen varios frascos de colirios, así que se congelan todos excepto el que se va a usar ahora. El paciente debe conservar en su congelador todos los frascos menos el actual, e ir descongelando según va necesitando. En general es un engorro para el paciente, que tiene que mantener el colirio en uso siempre refrigerado, pero igual se lo tiene que poner cada pocas horas. Muchos tienen que salir de casa con pequeñas «neveras» para el colirio. Además debe estar protegido de la luz, a veces envuelven el frasco en papel de aluminio. Vemos que además de la extracción de sangre cada poco tiempo, el cuidado y mantenimiento de los frascos no es sencillo. Y debemos pensar que es un tratamiento crónico.
Por otra parte, el suero autólogo es un caldo de cultivo ideal para bacterias. Aun siendo exquisito con todas las instrucciones dadas, el suero se contamina con facilidad, y además favorece las infecciones bacterianas de la córnea. Si el paciente se descuida un poco con la refrigeración de los colirios o con su duración o el mantenimiento, el riesgo se multiplica. Si son personas mayores (lo habitual), es esperable que aparezca algún descuido. Teniendo en cuenta que el paciente tiene lesiones en el epitelio, que son puertas de entrada para infecciones, el riesgo de infección es serio. Y en lo posible se deben evitar los antibióticos en colirio, porque ya decíamos que son tóxicos para el epitelio, que es lo que queremos curar. Así que la opción de usar de rutina un antibiótico junto con el suero autólogo no es conveniente en los casos de ojo seco.
Además de todo lo dicho, este tratamiento tiene un alta tasa de intolerancia. Es decir, no son pocos los pacientes que pueden sufrir incomodidades o molestias grandes cuando tienen el suero autólogo en la superficie del ojo. Al contrario que las lágrimas artificiales, que se diseñan para «sentar bien» a la superficie ocular, el suero autólogo es básicamente agua con proteínas de sangre y otros elementos que no «deberían estar» sobre la córnea o la conjuntiva. Tienen un tamaño molecular, densidad, y una serie de interacciones biológicas que no conocemos bien y por supuesto no se producen de forma natural. Como hay elementos «regenerativos» pueden servir como tratamiento, pero también pueden dar incomodidad y molestias, tantas que nos puede obligar a dejar el tratamiento. En estos casos, se puede intentar bajar la concentración del suero autólogo. Con diluciones más bajas se puede obtener una mejor tolerancia. Aunque no siempre.
En conclusión, el suero autólogo no solo tiene serias incomodidades de uso para el paciente, problemas de intolerancia, y un gasto; existen unos riesgos para la salud ocular. Debe indicarse cuando el estado objetivo del ojo así lo requiera. Pero no debería probarse en casos de ojos con mejor aspecto, a pesar de que el paciente tenga muchas molestias.
Por qué necesitamos más tratamiento
Ya hemos repasado los tratamientos «añadidos» o «avanzados» para el ojo seco. Pero ahora recapitulemos al inicio de este artículo.
¿Cuál es el motivo por el cual el manejo general (entorno, estilo de vida y lágrimas artificiales) no es suficiente para algunas personas? Debería ser que nos encontramos con un ojo seco lo suficiente intenso para justificarlo. En estas circunstancias tenemos un deterioro del sistema lagrimal que no se controla con las medidas anteriores. Habitualmente hay unas causas que justifican este deterioro: enfermedades autoinmunes como el síndrome de Sjögren o la enfermedad injerto contra huésped, o problemas locales como el penfigoide o una quemadura ocular. Además suele haber lesiones identificables cuando exploramos los ojos, principalmente en córnea: la queratopatía punteada superficial que explicamos en el capítulo anterior, pero en una forma intensa y mantenida. También otros problemas como queratopatía filamentosa o problemas crónicos como la insuficiencia de limbo (ya hemos hablado de ello en el apartado del suero autólogo).
Estas serían las causas bien justificadas para aplicar una o más de las medidas de las explicadas. Implican motivos médicos «de peso» para el deterioro de la superficie ocular: causas adicionales además de las habituales de la edad, uso de lentillas, ambientes secos, etc. Y también unos hallazgos que encontramos en la exploración: lesiones en la superficie ocular que no padecen los ojos secos más leves. Es decir, estos ojos secos más intensos presentan:
- Causas más graves
- Lesiones visibles (más serias y mantenidas) en la córnea
Por lo tanto, para establecer un ojo seco como «avanzado», «intenso» o «grave» no solo nos basamos en los síntomas subjetivos del paciente.
Este sería el procedimiento correcto e ideal: causas objetivables para determinar una situación más avanzada, y aplicamos tratamientos más intensivos. Pero en la realidad clínica nos encontramos con un motivo muy frecuente por el que pasamos a esta fase de tratamiento intensivo: el fracaso de las medidas anteriores. Personas a las que hemos intentado controlar con medidas conservadoras y con el uso de lágrimas artificiales, y no estás satisfechas. Siguen con quejas y síntomas. En el capítulo previo ya explicamos unas causas del fracaso de tratamiento: problemas para llevar a cabo los cambios en nuestro estilo de vida y en el entorno, y también para asimilar la situación de la enfermedad. Pero hay más motivos, como un inadecuado uso de las lágrimas artificiales. Consideramos que «no hacen nada» pero puede que no se utilicen correctamente.
Del uso inadecuado de las lágrimas artificiales deberíamos hablar en el próximo artículo. Pero quería mencionarlo ahora porque estoy seguro que muchos lectores les interesa especialmente este segundo artículo, que sería para «el ojo seco grave», y perciben que su ojo seco es grave. Y hay que tener en cuenta que la gravedad del ojo queda realmente definida por los dos puntos anteriores: las lesiones en la superficie del ojo y por las causas; no por los síntomas que percibimos. Muchos asumen que con el uso de lágrimas artificiales no es suficiente para ellos, y más que detenerse en el artículo dedicado a las lágrimas, leerán con interés qué más se puede hacer para su ojo (es decir, lo que he descrito en esta entrada). Y en muchos casos, no hay un uso correcto de las lágrimas, o no se han llevado a cabo cambios en su estilo de vida, o no han intentado mejorar su entorno. O no han aceptado la realidad de su enfermedad y tienen baja aceptación de unos síntomas que no vamos a eliminar del todo. En consecuencia, pueden ir directamente a este artículo, en vez de leer el próximo o el primero.
Hay gente que con usar las lágrimas 1, 2 o 3 veces al día es suficiente. Pero para muchas personas no; necesitan más. Sin embargo, es difícil ponerse las lágrimas 5, 8 ó 10 veces al día. Eso significa estar cada poco tiempo instilándose lágrimas en el ojo. Ahora estamos todos muy ocupados (no solo en el trabajo; después de la jubilación muchas personas tienen vidas muy ajetreadas) y nos falta la motivación y la disciplina para ello. Preferimos cambiar de marca de lágrimas o solicitar otros tratamientos porque por diferentes circunstancias no estamos dispuestos a ponernos las lágrimas con tanta frecuencia. Por eso, aunque no vamos a hablar de lágrimas artificiales, quería dar esta advertencia. Lo que debemos entender es que los tratamientos que hemos descrito antes no estarían indicado para la gran mayoría de los ojos secos. Los ojos que necesitan estos tratamientos más avanzados pueden ser los ojos secos seniles intensos, pero sobre todo son los secundarios a otras enfermedades, como hemos explicado más arriba.
Estas advertencias tienen sobre todo sentido con el tratamiento más complejo de todos: el suero autologo. Los tapones lagrimales no van a tener casi riesgos o efectos adversos, y tampoco debería tener mucho problema el colirio de ciclosporina, o el uso de un corticoide bien supervisado en un ciclo corto. Pero el suero autólogo, digamos, «juega en otra liga».
Indicación del suero autólogo
Volviendo entonces al suero autólogo, si bien tiene indicación correcta en casos concretos de ojo seco, también es cierto que en algunas circunstancias se indica su uso por encima de lo aconsejable. La historia es como lo que he explicado antes. Puede ser que haya ojos aparentemente muy sintomáticos, en el que el paciente explica muchas quejas en la consulta, y tras probar todo tipo de lágrimas artificiales, el médico intenta el colirio de suero autólogo a ver qué tal. El problema de esta circunstancia (mucha queja pero pocas lesiones objetivas) es que la indicación de usar suero autólogo no siempre es la correcta. Estos casos de ojo seco son leves porque la córnea no está dañada, a pesar de que el paciente explica mucho malestar. Y recordemos que el suero autólogo sirve para regenerar el epitelio: si vemos que el epitelio está íntegro o casi íntegro, la indicación del suero es, cuanto menos, dudosa.
Curiosamente, con todas las pegas que he contado de este tratamiento, en pacientes con ojos “no graves” (que no tienen lesiones importantes del epitelio) pero sí con muchos síntomas, puede existir cierto grado de satisfacción del paciente. Por lo menos transitoria.
¿Por qué? Pues en parte tiene que ver con el efecto placebo. Toda la complejidad para la elaboración y la incomodidad en el uso de este tratamiento aporta los elementos perfectos para que se de este efecto placebo. Un medicamento «caro, complejo» le da un aura de eficacia. Esas sensaciones son idóneas para sugestionar al que lo usa.
Sin ser una enfermedad psicosomática, el ojo seco con muchos síntomas subjetivos pero con poca alteración objetiva sufre lo que se llamaría un cambio en la percepción de los síntomas. No pocas veces sucede que los pacientes están muy pendientes de las molestias de sus ojos, a veces no han encontrado la forma de convivir o asumir la enfermedad y entran en un círculo vicioso que muchas veces sin darse cuenta, magnifican los síntomas. Como no es una “enfermedad grave”, no perciben que el médico le preste la atención que ellos creen que necesitan. Aquí también entran en juego la masificación de las consultas, el tiempo limitado que se puede prestar al paciente, etc. Esa situación de sentirse incomprendido reafirma al paciente en su posición, y le impide adaptarse y tolerar los síntomas residuales que siempre van a quedar (es habitual que no reduzcamos los síntomas a cero). Y puede generar un rechazo irreal al tratamiento de base: las lágrimas artificiales. Uno se autoconvence de que no le funcionan, y necesita un tratamiento mejor. En este contexto, los síntomas, que son reales, se pueden atenuar o magnificar según nuestra disposición mental. El círculo vicioso repercute porque como no tenemos confianza en las lágrimas artificiales, nos las ponemos menos veces, con lo cual cada vez tenemos más síntomas.
En estas circunstancias, el suero autólogo nos puede mejorar los síntomas por el efecto placebo: lo vemos como un tratamiento “complejo” y “de verdad”, en un contexto en el que se consideramos injustamente que las lágrimas artificiales son “solo agua”. Y es un tratamiento que percibimos como eficaz más por esto que porque dicho suero nos repare los daños del ojo (que no hay tales daños anatómicos).
Es un tema complejo, y como decía más arriba, el resultado de varios factores como la falta de tiempo (y a veces de interés) del médico, o la falta de aceptación del paciente de la situación. Y el suero autólogo es una salida a la que se puede llegar por estas circunstancias más que por una indicación “científica” (*).
Otros tratamientos
Hay tratamientos para el ojo seco de los que no he hablado. A veces se usan antibióticos orales (de la familia de las tetraciclinas) o en forma de pomada y geles en el borde del párpado para el ojo seco secundario a blefaritis. En este caso estaríamos tratando la causa (la blefaritis) y en consecuencia mejoramos el ojo seco. Estaríamos en el primer escalón terapéutico, el tratamiento causal, explicado en el capítulo anterior.
Relacionados con el suero autólogo, que tratan las insuficiencias límbicas, hay cirugías como el injerto de membrana amniótica o el trasplante de limbo, pero esto no se indica para el ojo seco, sino para lesiones graves de la córnea. Por eso me parece que no tiene sentido explicarlos en esta serie de artículos.
Otros fármacos como los estimuladores de la secreción lagrimal apenas se usan por su eficacia limitada o dudosa y por sus efectos secundarios. Tampoco hablaré de técnicas quirúrgicas que se pueden indicar para tratar causas muy concretas.
Suplementos orales con omega-3
Igual tiene más relevancia un tratamiento que sí se propone y se usa para el ojo seco, como son los suplementos nutricionales orales. Pastillas que son “vitaminas para el ojo seco”, sobre todo con omega-3. El omega-3 es un ácido graso muy de moda, una especie de grasa saludable que actuaría como «molécula milagrosa» (nótese la ironía), y que está muy de moda en no pocos ámbitos de la salud. Iniciales como DHA o EPA se refieren al mismo concepto, son moléculas sintetizadas particulares de la familia omega-3.
No me corresponde a mí comentar la eficacia real de este nutriente en otros órganos. Sí que hablamos del uso del omega-3 y otros nutrientes para la retina, y ya vimos que no funcionaba. Ahora hablaremos del papel que puede jugar en la superficie ocular y el ojo seco. Y en este apartado sí merece la pena poner algunas referencias bibliográficas porque es un tema controvertido.
Inicialmente surgieron una serie de artículos, la mayoría llevados a cabo (o patrocinados y apoyados) por los laboratorios farmacéuticos que sintetizan y venden estos complementos nutricionales. Estos artículos encuentran un aparente beneficio usando sus productos.
Otros estudios (1) no encontraron diferencias estadísticamente significativas. En general no hay una evidencia clara de la eficacia, y así lo señalan por ejemplo las guías clínicas de la Agencia Americana de Oftalmología del año 2013 (2).
Una preocupación teórica es que son dosis altas de una sustancia (el omega-3) que tiene gran actividad biológica en numerosos tejidos. Un artículo (3) sugirió que puede incrementar el riesgo de cáncer de próstata. Posteriores publicaciones pusieron en duda esta asociación, y lo cierto es que este hallazgo puede deberse a factores de confusión. A día de hoy no se ha encontrado relación causa-efecto entre altas dosis de omega-3 y cáncer o enfermedad cerebrovascular, pero dada las dosis que se utilizan (muy por encima de la dosis diaria recomendada, y también de lo que se puede ingerir diariamente con una dieta real), parece razonable establecer el principio de prudencia.
A pesar de lo expuesto en las guías clínicas y que no se ha acumulado evidencia clínica suficiente para avalar su uso práctico, lo cierto es que en estos últimos años han seguido saliendo estudios «pequeños» (sin la dimensión o el diseño correctos para aportar evidencia de peso) que también sugerían la eficacia del omega-3. Y la realidad es que su prescripción por parte de no pocos oftalmólogos ha ido en aumento, dejando de lado el principio de prudencia mencionado.
Y nos plantamos hasta el presente. En mayo de 2018 se publicó un artículo (4) que aspira a cambiar la tendencia en el uso de estos suplementos. Lo que marca la diferencia de esta investigación es el diseño (acertada elección del placebo, buen enmascaramiento, seguimiento largo) y las dimensiones (multicéntrico con 27 instituciones, alto número de pacientes). El resultado es contundente: no hay diferencias entre los grupos. El tratamiento no es eficaz.
Hasta hace 2 meses no había razones sólidas para utilizar estos suplementos, pero también es cierto que no había fuertes evidencias en contra. Un médico que entienda bien los conceptos de medicina basada en la evidencia y el principio de evidencia seguiría sin aconsejar los omega-3 a sus pacientes. Pero es cierto que podía parecer que en los últimos años se iban acumulando «pequeñas evidencias» que parecían anunciar que el tratamiento efectivamente funcionaba, y solo quedaba que un estudio lo suficientemente grande y bien realizado lo confirmara para que se convirtiera en un tratamiento consensuado.
El estudio grande y bien realizado llegó, pero anunció lo que mucha gente no esperaba. Ya hay evidencias claras, pero en contra de utilizar los suplementos orales. Y ciertamente se acaban los argumentos de aquellos que indican y usan el omega-3 porque «probablemente funcione».
En conclusion, no deberíamos usar estos productos en la práctica clínica.
Dieta y ojo seco
Relacionado con lo anterior, hay indicios de que una dieta rica en grasas saludables (aceites vegetales como el de oliva virgen, de frutos secos , aguacate, etc; o grasas animales como el pescado azul) se relaciona con menos ojo seco. No hay establecida una relación causal totalmente sólida, pero tiene más sentido recomendar a nuestros pacientes este tipo de dieta que los suplementos explicados antes.
Como no estamos «intoxicando» al paciente con un ácido graso concreto (el omega-3) a dosis altas, el principio de prudencia aquí no se aplica. Aumentar la ingesta de un amplio conjunto de grasas de conocido efecto saludable en otros tejidos siempre va a ser un buen consejo, para nuestra salud en general, y puede que para nuestro ojo seco también.
(*) De hecho, el uso del suero autólogo como tratamiento base del ojo seco no tiene evidencia científica clara que lo respalde. Una revisión reciente de la Cochrane (2017) no encuentra suficientes pruebas para su uso. Como decíamos, el uso del suero autólogo debe indicarse de forma puntual para pacientes con problemas en la regeneración del epitelio corneal (sea por ojo seco u otras causas) que como una estrategia a largo plazo del ojo seco.
- Creuzot C, Passemard M, Viau S, et al. Improvement of dry eye symptoms with polyunsaturated fatty acids [in French]. J Fr Ophtalmol 2006;29:868-73.
- Dry eye syndrome PPP – 2013. Página 20
- Brasky TM, Darke AK, Song X, et al. Plasma phospholipid fatty acids and prostate cancer risk in the SELECT Trial. J Natl Cancer Inst 2013;105:1132-41
- n−3 Fatty Acid Supplementation for the Treatment of Dry Eye Disease. N Engl J Med. 2018;378(18):1681-1690.