Basándonos, como decíamos en el último post, en este artículo de Ciencia explicada, vamos a explicar por qué no somos conscientes de la mancha ciega. En palabras de Jose Luis:
desde que nacemos, tenemos dos puntos ciegos bastante hermosos, uno en cada ojo. […]. Y sin embargo, no vemos un agujero negro ni siquiera cuando cerramos un ojo y no tenemos la ayuda del otro para completar la imagen: el cerebro se inventa un trozo de la imagen. Sin problemas.
Sobre la mancha ciega ya he hablado en este artículo, : se trata de una zona (relativamente pequeña, pero evidenciable) de nuestro campo visual en la que no percibimos información. Un «agujero» en nuestra visión donde se cuela información que no vemos. Hay una buena razón por la que esa carencia no lo es tal casi en ninguna ocasión: la mancha ciega de un ojo queda cubierta con el otro ojo, y viceversa. Ya lo hemos comentado Jose Luis y yo en los respectivos post enlazados. Pero, cuando sólo utilizamos un ojo, ¿por qué no vemos una mancha negra?
El color negro
Cuando cerramos los ojos, cuando estamos a oscuras, nuestra visión se convierte en una gran tela negra. Si nos ponemos un parche en un ojo, por ahí vemos sólo negro. El negro es lo que percibimos cuando nos falta la información visual. Por eso debemos pensar que la mancha ciega deberíamos percibirla como una zona negra. Y concluimos que el cerebro se ha acostumbrado a ello y la dejamos de ver.
Pues no. Pero vayamos por partes. El color negro no es ausencia de información. El ojo nos informa que en una zona donde nuestra visión normalmente recibe estímulos visuales, ahora no. Eso es información que recibe nuestro cerebro: unas neuronas de nuestra corteza visual que espera la información, no la recibe. Y nuestro consciente entiende que «ahí», donde solemos «ver», no hay estímulo visual. Los estímulos visuales que quedan fuera de nuestro campo visual, como lo que ocurre por detrás nuestro, no es registrado por nuestros ojos. Y no vemos en negro lo que pasa detrás nuestro, porque no hay neuronas encargadas de esa información. Para ver en «negro» es necesario que haya una zona de nuestro cerebro que corresponda a esa localización espacial. Lo que pasa detrás de nuestra nuca no tiene una proyección en nuestra corteza visual. Y nuestra mancha ciega, tampoco.
Y sí es cierto que nuestro cerebro tiene una gran capacidad para acostumbrarse a «estorbos» en nuestro campo visual. Ni siquiera necesitamos que sean «manchas» fijas en la misma posición de nuestro campo visual, ni llevar toda la vida con ellas. Cuando leemos, nuestra nariz ocupa una parte variable en la zona inferior de nuestra visión, una «mancha» desenfocada, color carne, que se va moviendo con cada movimiento ocular. Si está lo suficientemente periférico, ni lo vemos. Y si nos cambiamos la montura de gafas, sobre todo si son de patillas gruesas y cristales pequeños, los primeros días nos damos cuenta de esos «estorbos»; pero al poco tiempo ya no somos conscientes de ello.
Pero para este caso concreto la capacidad de adaptación no tiene mucho que ver. El cerebro no se tiene que acostumbrar a una «mancha» porque no percibe si hay o deja de haber nada. Esa zona no existe de la misma manera que no existe fuera de los 180º de nuestro campo visual.
Rellenando los huecos
Vale, ya sabemos que no tiene sentido que veamos negro. No nos llega información visual propiamente dicha como para que seamos conscientes de «ver» algo específico en esa zona. Y sin embargo, no notamos carencias o «agujeros» en nuestro campo de visión. ¿Cómo puede ser?.
Bueno, es más de lo mismo. Tenemos la sensación de que nuestro campo visual, esos 180º que abarca nuestra percepción visual, es una matriz continua. Y no, está llena de «agujeros», la mancha ciega simplemente es el más grande. Pero para entenderlo tenemos que repasar un poco cómo funciona la retina.
Atrapando agua con un colador
El globo ocular está tapizado en su interior por multitud de receptores de luz. Estos fotorreceptores son células llenas de moléculas sensibles a la luz. Cuando una cantidad suficiente de fotones atraviesa un fotorreceptor, este reacciona y transmite información. Eso no quiere decir que todos los fotones que llegan al interior del ojo son capaces de producir respuesta visual. De hecho, la mayoría de los fotones pasan por los huecos que hay entre los fotorreceptores, o bien los atraviesan en cantidad insuficiente para que produzcan respuesta. Necesitamos bastante luz para ver, porque nuestros ojos son específicamente diurnos. En condiciones de luz escasa, donde nosotros vemos todo negro, otros animales más capaces de «atrapar fotones» como los gatos, se desenvuelven con total normalidad.
Como hemos explicado muchas veces, en el centro de la retina (la mácula, y más concretamente la fóvea) tiene una densidad muy alta de fotorreceptores, con lo cual no sólo tenemos mejor resolución de imagen («pixeles más pequeños»), sino que dejamos menos hueco para que se cuelen los fotones. Así, la mácula es más sensible a la luz: puntos de luz de poca intensidad, al límite de nuestra visión, podemos percibirlos en el centro de nuestro campo visual y no en la periferia (y eso que en la mácula hay sobre todo conos, menos sensibles a la luz que los bastones de la periferia retiniana).
Cuanto más nos alejamos de la mácula, más se distancian los fotorreceptores. Eso implica menos resolución de imagen («pixeles más grandes»), pero también que hay más huecos por donde se escapan los fotorreceptores. En la práctica, hay «agujeros», huecos donde no percibimos los estímulos visuales.
Veámoslo en imágenes:
Supongamos que estamos delante de este paisaje:
Creemos que lo estamos viendo así directamente, como en la fotografía, pero no es así. Sólo tenemos una buena resolución de imagen en la zona central; el campo visual periférico va perdiendo nitidez. O sea, más o menos así:
Pero no sólo es eso: los espacios entre los receptores generan «agujeros», zonas del campo visual en las que no percibimos los estímulos luminosos. Si fuéramos conscientes de los huecos, la cosa quedaría aquí.
Y si añadimos la mancha ciega, la cosa sería más o menos de esta manera:
¿Cómo creamos la información perdida?
¿Por qué vemos tan bien a pesar de tener ese campo visual tan aparentemente deficitario?. Nuestro sistema visual es enormemente dinámico: utilizamos ambos ojos para barrer rápidamente, mediante veloces movimientos, la imagen que nos interesa. No registramos lo que tenemos delante de nuestros ojos instantáneamente. El centro de la imagen no tiene apenas «agujeros» donde se nos escapen los rayos de luz, además de disfrutar de buena nitidez de imagen. Mediante movimientos sacádicos escaneamos la imagen, apenas nos damos cuenta que «atrapamos la realidad» en pequeños pedacitos. El campo visual periférico nos sirve para darnos un contexto, una situación. Vemos líneas horizontales y verticales, nos da un entorno tridimensional, localizamos y seguimos el movimiento de objetos que ya hemos identificado y caracterizado con la mácula. También identificamos estímulos visuales que nos llaman la atención, para «atraparlos» con el centro visual y «verlos de verdad».
Para todas estas funciones nos sirve la calidad de imagen del campo visual periférico, aunque tenga poca resolución y «agujeros». Ese «colador de fotones» que es nuestra retina se convierte en una eficacísima herramienta que atrapa la realidad si entendemos el sistema visual en su conjunto. Por una parte tenemos que los dos ojos trabajan a la vez. Los agujeros de un campo visual se subsanan en gran parte con la visión que llega del otro ojo. Y como decíamos antes, movemos el ojo constantemente de manera que si una pequeña zona de la visión no la registramos en un instante dado, seguro que lo hacemos justo después. Por eso, si hacemos el test para «encontrar la mancha ciega», cerrando un ojo y obligando al otro a permanecer quieto, la mancha ciega puede llegar a afectar apreciablemente nuestra visión. Pero nuestro sistema visual no funciona así, con la dinámica habitual de nuestros ojos la mancha ciega no supone un déficit de visión.
¿El cerebro se inventa trozos de imagen para rellenar los huecos de nuestro campo visual (siendo el hueco más grande la mancha ciega)?. Yo no lo llamaría así; más bien el cerebro recontruye una realidad nítida y completa a partir de una gran cantidad de información, exacta y redundante para aumentar la fiabilidad, pero en un instante concreto un ojo no atrapa toda la información. «Ver» es un un proceso muy rápido, pero no es algo estático e instantáneo, sino algo dinámico. Y no hay mucho de invención, porque realmente el sistema visual, dentro de sus rangos de intensidad lumínica y resolución de imagen, casi nunca falla en encontrar estímulos visuales.
PD.- Va un punto trivial al primero que acierte a qué ojo (derecho o izquierdo) corresponde la representación del campo visual de la fotografía de arriba, y explique por qué.
12 julio, 2011
Es el OD porque el nervio óptico está hacia el lado nasal y en el campo visual se proyecta invirtiendo arriba-abajo e izquierda-derecha.
Por cierto, el ojo incrementa su capacidad de muestreo mediante los microsacádicos y tremores.
Un saludo
14 julio, 2011
Qué velocidad en responder. El punto va para tí, enhorabuena.
Lo de los microsacádicos y tremores es lo que comentaba en el artículo de «utilizamos ambos ojos para barrer rápidamente, mediante veloces movimientos, la imagen que nos interesa»
Saludos.
12 julio, 2011
Es el ojo derecho, ya que la visualización de la mancha ciega está a la derecha. El disco óptico propiamente dicho está a la izquierda (nasal) y al invertirlo el sistema óptico del ojo, el «hueco» pasa a la derecha.
14 julio, 2011
Efectivamente, tienes razón. Pero me temo que se te han adelantado, otra vez será.
Gracias por participar.
28 mayo, 2015
[…] la fiabilidad, pero en un instante concreto un ojo no atrapa toda la información.” Del blog http://ocularis.es/la-mancha-ciega-invisible/ Como se explica en la entrada del blog ocularis, los seres humanos o más bien nuestros ojos y […]